Everardo Elizondo/ '¿Se acabó la inflación? No todavía'

AutorEverardo Elizondo

Críticas Recientes

Tiempo hubo -no muy lejano- en que la crítica más frecuente enderezada contra la política anti-inflacionaria de México consistía en decir que se trataba de "una obsesión tecnocrática". La denuncia anterior se completaba (al menos) con un par de afirmaciones temerarias, a saber: i) que la inflación remanente ya no hacía mayor daño; y; ii) que la desinflación se estaba logrando a costa de la planta productiva nacional.

La verdad, resultaba relativamente sencillo refutar tales opiniones. Para empezar, la intención de abatir la inflación no responde a la manía de ningún grupo de funcionarios públicos sino a la observancia de un mandato legal: la Ley del Banco de México dice a la letra que la finalidad de la institución es proveer a la economía de moneda nacional, y que su "objetivo prioritario" es "procurar la estabilidad del poder adquisitivo" de dicha moneda (Art. 2o). En lenguaje común, esto último quiere decir reducir el aumento generalizado, significativo y repetido de los precios.

Por razones técnicas, los índices de precios ordinarios tienden a sobre-estimar la inflación, dado que no computan la mejora de la calidad de los bienes. En consecuencia, se acepta generalmente como definición de "estabilidad de precios" una inflación anual del orden de 2 por ciento.

En cuanto a los dos alegatos antes mencionados (la inflación inofensiva y el crecimiento sacrificado en aras de la estabilidad) baste con señalar lo siguiente: i) una inflación anual de 6 por ciento duplica el nivel general de los precios en poco más de una década, reduciendo a la mitad, por ejemplo, el valor real de una pensión fija en términos de pesos corrientes; y, ii) de 1996 al 2000 la economía mexicana creció aceleradamente, al mismo tiempo que la inflación cedió con rapidez.

Una Retórica Inflacionista Nueva

Ante la incongruencia entre los dichos y los hechos, los favorecedores de la inflación han acudido a un argumento nuevo y sorprendente: "ya no ha inflación", dicen, y ocuparse de ella es, por tanto, combatir a un fantasma.

El epitafio parece prematuro -si se me permite parafrasear a Mark Twain. El supuesto íncubo mostró el pasado mes de noviembre una tasa anual de 5.4 por ciento, que no es precisamente la definición de estabilidad. La inflación está "vivita y coleando", en particular si se le echa una ojeada a lo que está ocurriendo todavía en el ámbito de los servicios. Por ejemplo, de noviembre del 2000 al mismo mes de este año, el índice de los...

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