El evangelio de la Revolución

AutorLuis Cabrera
Páginas147-161

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Antología Constitucional Mexicana, México, H. Ayuntamiento de Naucalpan de Juárez, 1992.

Padeció bajo el poder de Poncio Pilatos; fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los infiernos: al tercer día resucitó, y está sentado a la diestra de Dios todo poderoso de donde ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Tal es el destino ineludible de todos los redentores de la Humanidad, desde Prometeo, que por robar una chispa del fuego divino para traerla a los mortales fue condenado a la tortura de que un buitre le estuviese desgarrando las entrañas, hasta Carranza, que por habernos dado una nueva patria, sufrió la persecución de los fariseos y murió a manos de los sicarios.

Pero el Símbolo de los Apóstoles se refiere tan sólo a la divinidad de Cristo, sin hacer mención de sus doctrinas, dando por supuesto que todos conocen y profesan el Evangelio predicado por el Maestro y difundido por sus discípulos.

El objeto directo y principal de esta velada es conmemorar el vigésimo quinto aniversario de la Constitución de 1917, que todos los mexicanos consideramos como el Evangelio de la Revolución; pero no podríamos pasar en silencio la personalidad del Maestro, cuyo espíritu alienta en los preceptos de nuestra Carta Magna, y cuyo cuerpo acaba de salir de su tumba para ascender a las excelsitudes de la inmortalidad.

Y ya que me ha tocado el honor de concurrir a esta conmemoración llevando la voz de la Asociación Venustiano Carranza, tendré que hablar primero y principalmente de su doctrina, para luego referirme a su pasión y muerte, y finalmente al significado que tiene su glorificación.

Para comprender a fondo lo que significa la Constitución de 17 y su aspecto reivindicador, hay que vivir por unos momentos aquella época, recordando cuáles fueron los ideales de la Revolución.

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El comienzo de las revoluciones

Las revoluciones comienzan por un movimiento ciego de rebeldía contra una situación insoportable, y no tiene ni un programa de acción, un catálogo de principios, el malestar es lo primero, la rebeldía le sigue y no es sino más tarde cuando poco a poco van precisándose las tendencias y las necesidades, hasta que llegan a formularse los remedios en forma de nuevos principios políticos y sociales.

Madero, cuando comenzó su carrera, no predicaba más que los dos principios fundamentales de la democracia; sufragio efectivo y no reelección. Más tarde, cuando emprendió su campaña presidencial en 1910, al contacto con las masas campesinas comenzó a sentir el anhelo de tierras y se convenció de que había mucho de justicia en el clamor contra la oligarquía financiera llamada cientificismo.

Pero cuando Madero y Pino Suárez fueron asesinados, la opinión revolucionaria había precisado ya muchos de sus malestares y esbozado los remedios; quería el fraccionamiento de la gran propiedad, la reconstitución de los ejidos de los pueblos, la libertad de trabajo para los pueblos, la abolición del caciquismo, y por encima de todo, la independencia del poder judicial, pues los pueblos han creído siempre, y con razón, que teniendo justicia, podrán librarse de todas las opresiones y de todas las desigualdades.

Cuando Carranza se levantó en armas contra Victoriano Huerta, no presentó sin embargo un plan de reformas sociales o políticas como justificación de su actitud; sino que se limitó en el Plan de Guadalupe a plantear el problema de derrocamiento del usurpador. Era un plan de mera acción, con un propósito concreto y visible: la destrucción del poder militar de la dictadura.

La sinceridad de carranza

Muchos dudaron entonces de la sinceridad de Carranza como revolucionario, o de sus aptitudes como estadista, y lo importunaban para que expusiera sus ideas sociales y sus proyectos políticos para el futuro. Pero él no quiso desviarse de su objetivo militar, aplazando lo demás para cuando la Revolución hubiera triunfado y el Ejército Federal quedara vencido y disuelto. Porque él bien presentía que las instituciones sociales que habría que atacar, tendrían su apoyo en el Ejército Federal.

Y cuando concluyó la lucha y las fuerzas constitucionales ocuparon la Ciudad de México, se vio enseguida que los restos del Ejército Federal, que o no se habían rendido o se habían colado en el nuevo Ejército revolucionario, pretendían que se restableciera el orden constitucional antes de efectuar las reformas sociales indispensables para cimentar un nuevo orden de cosas fundado en la libertad y la igualdad; pero la experiencia nos había enseñado que las reformas verdaderamente trascendentales para los pueblos no se logran sino por medio de la fuerza.

Y fue entonces cuando Carranza, desde Veracruz promulgó su inmortal decreto del 12 de diciembre de 1914 en que decía que mientras continuaba la lucha expediría y pondría en vigor:

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"...todas las leyes, disposiciones y medidas encaminadas a dar satisfacción a las necesidades económicas, sociales y políticas del país, efectuando las reformas que la opinión pública exige como indispensables para restablecer un régimen que garantice la igualdad de los mexicanos entre sí.

Y esbozó al efecto, un vasto programa de reformas políticas y sociales:

"...las leyes agrarias que favorezcan la formación de la pequeña propiedad, resolviendo los latifundios y restituyendo a los pueblos las tierras de que fueron injustamente privados; las leyes fiscales encaminadas a obtener un sistema equitativo de impuesto a la propiedad raíz; legislación para mejorar la condición del peón rural, del obrero, del minero y, en general, de las clases proletarias; establecimiento de la libertad municipal como institución constitucional; bases para un nuevo sistema de organización del ejército; reformas de los sistemas electorales para obtener la efectividad del sufragio; organización del Poder Judicial Independiente, tanto en la Federación como en los Estados, revisión de las leyes relativas al matrimonio y al estado civil de las personas; disposiciones que garanticen el estricto cumplimiento de las Leyes de Reforma; revisión de los códigos civil, penal y de comercio; reformas del procedimiento judicial, con el propósito de hacer expedita y efectiva la administración de justicia; revisión de las leyes relativas a la explotación de minas, bosques y demás recursos naturales del país, para destruir los monopolios creados por el antiguo régimen y evitar que se formen otros en lo futuro; reformas políticas que garanticen la verdadera aplicación de la Constitución de la República, y en general, todas las demás leyes que se estimen necesarias para asegurar a todos los habitantes del país la efectividad y el pleno goce de sus derechos y la igualdad ante la ley".

Tal fue el programa social trazado por Carranza en Veracruz.

Y comenzó la verdadera lucha: contra el hacendismo, contra el cientificismo, contra el clericalismo, contra el caciquismo, contra el extranjerismo. Y entonces se reveló Carranza ya no como un mero caudillo, sino como estadista revolucionario de proporciones gigantescas; y entonces se tuvo una idea de la inmensa envergadura de las alas de aquel Cóndor, que, volando sobre todo nuestro territorio y recorriendo las desoladas estepas de nuestra historia, era capaz de abarcar con una mirada todos los problemas de nuestra Patria.

El documento más importante

Pero pronto comprendió Carranza que su obra como revolucionario no podía consolidarse si no se cristalizaba en una nueva Constitución. Y todavía durante la lucha contra los enemigos de la Revolución y no obstante la presencia del invasor americano que ocupaba casi todo el Estado de Chihuahua, convocó al Congreso Constituyente de Querétaro para dar forma al nuevo decálogo de nuestros principios sociales y políticos.

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El documento más importante, el de la más alta trascendencia, el que resume las necesidades de nuestra Patria, el que refleja la manera personal de Carranza de apreciar nuestros problemas nacionales, es el mensaje que envió al Congreso Constituyente de Querétaro como proemio y exposición de motivos del proyecto de Constitución.

Nada quita del mérito de Carranza como reformador que casi todas las ideas expuestas en ese mensaje hubieran existido ya en el ambiente revolucionario; ni que la enorme tarea de darles forma preceptiva hubiese sido desempeñada por un grupo selecto de intelectuales que trabajaron bajo sus órdenes. Él era el maestro y ellos los discípulos; y en ese momento y en el proyecto de Constitución presentado al Congreso de Querétaro alienta el espíritu de Carranza. Ahí está el alma entera del Reformador. Ese es el sermón de la montaña del Evangelio Revolucionario.

El proyecto de constitución

Durante dos largos meses los congresistas estudiaron el proyecto de Constitución. Y lo analizaron y lo discutieron y lo enmendaron, y por fin dieron su forma definitiva a la nueva Ley Fundamental de nuestra Patria.

En nada mengua la figura de Carranza como autor de la Constitución de 1917; el que en muchos puntos sus ideas no hubiesen sido aceptadas al pie de la letra, y que en algunos casos se hubiesen retocado, modificándolas, y en otros se hubiesen perfeccionado. Por el contrario, la actitud de Carranza durante las discusiones del Constituyente, es reveladora del espíritu democrático del Primer Jefe y de su respeto de la asamblea...

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