Escalera al Cielo / El abogado de la literatura

AutorChristopher Domínguez Michael

Marcel Reich-Ranicki puede ser definido como el último de los grandes críticos literarios o como el único de los críticos literarios del siglo diecinueve sobreviviente en el siglo veintiuno. A través de la prensa y en la televisión, Reich-Ranicki, judío polaco nacido en 1920, se ha servido de los instrumentos de nuestra época para seguir dando, desde la vieja crítica, la batalla por la literatura. Se ha dicho, humorísticamente, que su dominio sobre la escena literaria alemana se asemeja a un reinado del terror en el cual aun los alemanes que no leen o que leen muy poco saben perfectamente quién es Reich-Ranicki. No sé si volverá a haber un crítico que pueda presumir de semejante influencia.

Tras la publicación, en lengua española, de Thomas Mann y los suyos (1987), Mi vida (2000) y Siete precursores. Escritores del siglo XX (2003), aparece Los abogados de la literatura (Galaxia Gutenberg/ Círculo de lectores, Barcelona, 2006), que quizá sea el más personal de los libros de Reich-Ranicki, pues es algo más que una autobiografía: es la obra dedicada a su única, a su verdadera familia, la crítica literaria alemana.

Leer Los abogados de la literatura es, en buena medida, una experiencia frustrante. La gran mayoría de los críticos retratados no han sido traducidos del alemán y nunca lo serán porque fueron, además, críticos de teatro, lo cual dificulta aún más una apreciación que sólo permite constatar que, a diferencia de lo ocurrido en otras culturas contemporáneas, en la Alemania de Reich-Ranicki el teatro siguió siendo parte esencial del reino de la literatura.

Sería imposible, en cualquier caso, imaginar, en Londres, en Nueva York o en París, a un crítico con la autoridad que se ejerce en Los abogados de la literatura. Asombra el espíritu de cuerpo que anima al libro: la convicción de que la historia de la crítica alemana es la historia de su literatura y que una y otra caben en el puño o en la mano abierta de Reich-Ranicki. No le interesan mucho al crítico las otras literaturas: a Shakespeare lo tiene por un espíritu germánico y sólo se pone en estado de alerta cuando la influencias de Shaw o de Beckett se han tornado angustiosas o nocivas para el teatro nacional alemán.

Reich-Ranicki suele poner en entredicho a las reputaciones manidas. En Siete precursores decía que la obra de Robert Musil es sólo la ruina de un proyecto y que Kafka, para quien realmente lo quiera comprobar en sus cartas de amor y de no-amor, era un vanidoso y letal...

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