Escalera al cielo

AutorSergio González Rodríguez

En buena onda

José Agustín nunca ha sido un crítico de rock. Pero cómo se divierte cuando escribe acerca de este tema. Ahora reúne sus textos rockeros en Hotel de los corazones solitarios (Nueva Imagen, 1999), donde le da vuelo al adjetivo, la expresión lingüística más primaria, como diría Roland Barthes.

-En efecto, acumula en cada párrafo adjetivos -sobre todo superlativos- como si le pagaran por ello. Y "choros" (de "chorizos", "rollos" o "debrayes") que reflejan su autoparodia incontinente: "Desde 1964, al filo de los veinte años, empecé a oír a las Piedrucas Rodantes a través de su disco The Rolling Stones. Desde el nombre me habían interesado, pues me pasaba horrores el elefantiásico blues de Muddy Waters del mismo título y además no ignoraba que 'la piedra que rueda no hace moho', lo cual representa espíritus libres, alivianados, como el buen Dean Moriarty de En el camino, la gran novela de Jack Kerouac". Qué pasotes con esos zapatotes, matador.

-A estas alturas, se ve que el maese José Agustín ha dejado de rodar desde mucho tiempo atrás, porque donde pisa la tecla, exuda el moho: "Desde el principio los Stones me cayeron de poca madre por gruesos. Cámara con el disquito: era puro rocanrol (pero me gustaba) y muy buen rhytm and blues". ¿Cámara?

-Deveras que hay que pedirle al Instituto de Antropología e Historia que declare a su habla patrimonio del siglo pasado, porque de la humanidad, va a ser difícil. Su lenguaje ya se empolva en los museos y él es una muestra viva del abismo generacional. ¿O del vacío de ideas? Chale, hijín.

-Pero lo peor no es eso, sino que jamás tuvo demasiado qué decir en lo que se refiere a crítica de rock. Así, escribe en su texto "La cocina del alma": "Este era un buey que disfrutaba la paz de su bueynado. No: éste era Estera. No: ésta era Lapa Nocha, quien encontró a una viejita que le decía ni techo tu casa ni techo la mía y ora tú te vas a venir conmigo, pero Lapa Nochoa no podía ni hablar"... Vale.

-Hotel de los corazones solitarios expresa los balbuceos de un aferrado de la onda, que a falta de imaginación ante el tema, delata al abuelo que es de los raperos mexicanos, y al hijo desobediente de la nunca bien reconocida Picardía mexicana de Armando Jiménez. Chido.

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