Entrevista / Enrique Krauze / Asfixia la falta de tolerancia

AutorRoberto Zamarripa

Enrique Krauze (Ciudad de México, 1947), entra por la izquierda.

"Vengo de una familia que simpatizó con la revolución rusa; que creyó en un socialismo con libertad. Stalin acabó con ese sueño".

Habla a propósito de su reciente libro "Crítica al poder presidencial", una compilación de 13 ensayos que recorren medio siglo en sexenios anudados, como él insiste, con la cuerda común de "una propensión a usar de una manera excesiva, legal y extralegal, el poder". Y habla de su obsesión: la democracia y el voto como derecho irrenunciable para esculpirla.

"Estuve cerca de un liberal puro, Don Daniel Cosío Villegas, quien creyó brevemente en la revolución cubana, nunca simpatizó con la Unión Soviética pero se decepcionó muy pronto con la deriva comunista cuando el David latinoamericano se acercó al Goliat soviético. Al mismo tiempo, este liberal jamás dejó de criticar a Estados Unidos.

"Octavio Paz siempre fue socialista liberal, pero socialista. Por eso siempre quiso entablar un diálogo con la izquierda.

"El diálogo que quiso entablar, el ideal del socialismo, de hablar con socialistas demócratas, pluralistas, respetuosos de la diversidad, demócratas. Eso es lo que hubiera querido mi abuelo y don Daniel. Eso que siempre quisimos en la revista Vuelta, que siempre buscamos en Letras Libres, se está dando ahora.

"Veo a muchos escritores, académicos, intelectuales, que se identifican con Roger Bartra, un marxista verdaderamente serio".

Con quien polemizaste...

Con el que polemicé y luego he tenido más convergencias que divergencias.

Con el cual me siento muy cerca; un hombre como él. Hay muchos como él, más jóvenes. ¿Por qué? Porque advierten que el siglo 20 nos dejó ciertas lecciones que había que aprender: que el camino no estaba en Cuba ni en Venezuela ni en la Unión Soviética ni en China. El camino era la búsqueda de una sociedad más justa no por la vía neoliberal pero sí por la vía de una libertad económica con responsabilidad social. Todo enmarcado en la democracia liberal y en sus instituciones.

Hay toda una generación de autores, académicos, intelectuales, de comentaristas, ciudadanos, sobre todo de mujeres que entienden que es posible un México que conjunte los mejores ideales. Y esa posibilidad de construcción no pasa por un gobierno autocrático. Tiene que ser el resultado de un arreglo democrático real, que incorpore, no que excluya; que acepte, no difame a las voces disidentes.

Apela Krauze a la tolerancia.

"Tolerancia es la palabra más importante de todas. Tolerar que no quiere decir soportar, aguantar. No. Tolerar que quiere decir la capacidad de escuchar al otro, para entonces tener el derecho de que el otro te escuche. Escuchar, tolerar.

"Estoy hablando de una civilidad democrática que angustiosamente nos está haciendo falta en México y cuya ausencia nos está asfixiando".

CHIHUAHUA, IDA Y VUELTA

A principios de los ochentas México vivía un presidencialismo omnímodo, una oposición mínima y una emergencia social vibrante. Pero sobre todo una insurgencia electoral en el norte: Sonora, Nuevo León y, primordialmente Chihuahua.

Krauze escribe en 1984 "Por una democracia sin adjetivos" donde dice que "la democracia no es la solución a todos los problemas sino un mecanismo -el menos malo, el menos injusto- para resolverlos". Y de los intelectuales refiere su falta de independencia "la prenda fundamental para servir democráticamente a la sociedad y no orgánicamente al Estado".

Irrita a los estatólatras del gobierno y la izquierda y anima a los promotores de la democracia de todos los signos. En 1986 el fraude electoral en Chihuahua que encumbra al priista Fernando Baeza desata una crisis nacional.

La encabezan los panistas, la derecha política, que postularon a Francisco Barrio. Y Luis Héctor Álvarez, entonces alcalde de Chihuahua, se fue a huelga de hambre en reclamo del respeto al voto de los chihuahuenses. Se suma Francisco Villarreal Torres, un empresario de voz ronca, parecido a un tackle de futbol americano, bragado y retador.

El movimiento político avanza con un inusitado impulso intelectual. El 24 de julio de 1986 se publica un desplegado firmado por un abanico de pensadores entre otros Héctor Aguilar Camín, Fernando Benítez, José Luis Cuevas, David Huerta, Enrique Krauze, Lorenzo Meyer, Carlos Monsiváis, Carlos Montemayor, Octavio Paz, Elena Poniatowska, Ramón Xirau, Gabriel Zaid donde piden el respeto al voto y la anulación de los comicios chihuahuenses. "Votar tiene sentido: más sentido que la abstención o la violencia", firmaban.

La izquierda política, minúscula en Chihuahua, era representada por el profesor Antonio Becerra Gaytán, hombre de sonrisa fácil, veterano dirigente del Partido Comunista Mexicano en la entidad. El 2 de octubre de 1969 fue secuestrado por la policía y, él asegura, llevado al Campo Militar Número 1. Lo rescató un movimiento amplio de repudio y hasta el PAN de Chihuahua le apoyó. Por eso cuando la protesta electoral panista de 1986, Becerra, un demócrata irredento, se suma como uno más, desde la izquierda.

Escribió Krauze entonces en su ensayo "Chihuahua, ida y vuelta": "pienso en la fuerza electoral que tendría la izquierda mexicana con uno, dos, mil Becerras".

Cierras el ensayo de Chihuahua con un elogio de un hombre de izquierda, el comunista Antonio Becerra.

Ah, un hombre que recuerdo con inmenso afecto.

¿Por qué en el epílogo elogias a...

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