Enfrenta multitud un desafío personal

AutorErnesto Núñez

Hace 33 años, 40 personas corrieron, casi en la clandestinidad, desde el Bosque de Tlalpan hasta Ciudad Universitaria. Ayer, más de 12 mil corredores hicieron suyo el Periférico Sur con el mismo objetivo: adueñarse de la calle y retarse a sí mismos.

Algo ha cambiado en la Ciudad de México de 1981 a la fecha. Algo lo suficientemente grande como para que ocurra el "milagro": miles de personas dispuestas a levantarse antes de las 6 de la mañana para congregarse frente a Perisur, lidiar con problemas de estacionamiento y vialidad, y someterse a una dura prueba de resistencia.

Y otros centenares, dispuestos a levantarse para acercarse a la lateral del Periférico, levantar una pancarta en las manos con un mensaje para animar a un padre, un abuelo, un hermano, un esposo, una hija... u ofrecerle a un desconocido una naranja, un vaso de refresco, un chocolate o un dulce.

Los primeros 5 kilómetros, bajando hacia Cuemanco, transcurren como un placentero paseo. Un hombre, con un letrero en la espalda que dice "Padre", calma a una señorita que corre a su lado, con un letrero en la espalda que dice "hija". Le pide calma, reservarse para lo que viene.

En Muyuguarda, en el kilómetro 9, comienzan a verse rostros sudorosos, rictus de dolor al subir el puente. Una señora con dos niños sostiene una pancarta que dice "eres el mejor papá del mundo". El mensaje va dirigido a uno solo de los más decv 12 mil corredores, pero muchos más sienten que se los dicen a ellos.

"La Ciudad es nuestra", grita uno de los corredores en la cima del distribuidor vial. Otro no se aguanta las ganas: detiene su marcha, saca su teléfono y toma la panorámica del Periférico desde lo más alto. En instantes, una mancha naranja -el color de la camiseta de este año- quedará inmortalizada en su Facebook.

En el kilómetro 14, la carrera comienza a tornarse en una tortura para los menos preparados. Los corredores se animan unos a otros. "¿Ya se cansaron?", grita alguien con la suficiente energía como para subir la cuesta, respirar y gritar al mismo tiempo. Algunos responden con un sonoro "noooo". Otros sólo lo suspiran.

Las razones para estar ahí se vuelven inspiradoras: unos lo hacen porque su padre está ahí, corriendo al parejo; otros, porque ya no está con ellos. Muchos otros están ahí por sus...

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