Emilio Portes Gil y el episodio anticlerical de 1932-1934

AutorHoracio Crespo
Cargo del AutorDoctor en estudios latinoamericanos por la UNAM. Profesor en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos y en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM
Páginas513-533
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EL VATICANO REPLANTEA EL CONFLICTO
Desde los Acuerdos de junio de 1929 la confrontación religiosa se apa-
ciguó en la mayor parte de la república, al amparo de la “tolerancia” o
“indiferencia” del presidente Ortiz Rubio, aunque “subrepticiamente”
el clero continuó trabajando en contra del gobierno, como lo afirma, en
tono crítico a la anterior administración, Francisco Xavier Gaxiola, secre-
tario particular del presidente Rodríguez, en su versión del episodio que
nos ocupa.1 Emilio Portes Gil, en ese momento procurador general de la
república, quien durante su presidencia había acordado con los católi-
cos el final de las hostilidades y desempeñaría un papel significativo en
la coyuntura anticlerical de 1934, coincide en esas apreciaciones acerca
de la actitud de Ortiz Rubio, y señala que sobre esa base se fue recons-
truyendo entre los militantes religiosos un “espíritu combativo”.2
*Doctor en estudios latinoamericanos por la UNAM. Profesor en la Universidad Autónoma
del Estado de Morelos y en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Trabaja temas de historia
económica y problemas relativos a los intelectuales, la cultura y la política en México y América
Latina. Es autor de Historia del azúcar en México, Revuelta en tiempo nublado, José Aricó, coeditor
de El comunismo: otras miradas desde América Latina, entre otros libros y artículos.
1Francisco Javier Gaxiola Jr., El presidente Rodríguez (1932-1934), México, Cultura, 1938,
pp. 406 y ss.
2Emilio Portes Gil, Quinc e años de política mexic ana, México, Botas, 1941, pp. 481-493;
Emilio Portes Gil, Autobiografía de la revolución mexicana. Un tratado de interpretación histórica,
México, Instituto Mexicano de Cultura, 1964, pp. 680-686. El expresidente menciona el incidente
que nos ocupará con los obispos católicos como el “asunto más interesante y movido” de su des-
empeño como procurador de la República, Quince años…, p. 481. La versión de 1941 acerca del
Horacio Crespo*
Emilio Portes Gil
y el episodio anticlerical de 1932-1934
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Una acción del Vaticano desencadenó la nueva etapa de recelos y
confrontaciones abiertas del clero católico con el gobierno. El 29 de
septiembre de 1932 Pío XI firmó la encíclica Acerba animi anxitudo,
en la que analizaba la situación de la Iglesia en México, una nueva
muestra de la sinuosa complejidad de la política romana a lo largo
del conflicto.3 Con una aparente renovada beligerancia, el papa reafir-
maba la doctrina integrista de la superioridad de la Iglesia y de sus
“derechos primarios e inmutables” en relación a los poderes civiles en
torno al ejercicio de los supuestos derechos naturales. Retomaba los
planteamientos de su encíclica Iniquis afflictisque de noviembre de
1926,4 dedicada a la situación del catolicismo mexicano luego de la
ley del presidente Calles reglamentando el artículo 130 constitucional
respecto de diversos aspectos de las instituciones y prácticas religiosas,
la suspensión del culto como respuesta por parte del clero católico y el
estallido de la revuelta cristera precipitada por esa misma actitud.
Sin especificar nuevas razones concretas para retomar esa actitud
de aparente dureza y mediante una redacción en extremo ambigua, el
jefe del Vaticano planteaba que “aun infringiendo y violando las pro-
mesas dadas hacía poco por escrito” los gobernantes de México habían
cerrado cualquier vía conciliatoria, orillando a la Iglesia a la rebelión.
tema –aparecida en vida del general Calles– se reproduce literalmente en la obra de 1964, salvo
un duro juicio respecto del divisionario sonorense que se quita de esta última: el jefe máximo
había sido inducido “a recorrer el camino de la claudicación y de la concupiscencia” [en itálicas
lo suprimido en 1964, pp. 493 y 686 de las respectivas ediciones], lo que según la moral católica
–el uso del concepto resulta un poco irónico en un anticlerical como Portes Gil– significa deseo
de bie nes terrenos y, en esp ecial, apetito desordenado de place res deshonesto s. Este camino
equivocado habría sido tomado por Calles a partir de 1932, fecha que oportunamente coincide
con el distanciamiento político de Portes Gil con el general por intereses contrapuestos en la
política de Tamaulipas. Resulta interesante que el juicio adverso se atempere luego de la muerte
de Calles, quizá como resultado de un apagarse de las pasiones o de una moderación histórica
que reviste la Autobiografía… respecto al abierto tono polémico de Quince años…, esta última
una característica muy presente en los escritos de Portes Gil. También es un tanto desconcertante
que el político tamaulipeco se haga eco de las versiones acerca de los “desórdenes” de conducta
de Calles, que luego repetirán enemigos del ambos tan enconados como el general Amaya. Véase
Juan Gualberto Amaya, L os gobiernos de Obregón, Calles y los regímenes “peleles” derivados del
callismo, México, s.p.i., 1947.
3Encíclicas pontificias. Colección completa 1832-1959, t. I, 1832-1939, Buenos Aires, Edito-
rial Guadalupe, 1959, pp. 1382-1388.
4Ibid., pp. 1091-1099.

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