Educación a distancia reprobada

AutorFrancisco Morales V.

Entre los alumnos del País, sobre todo a nivel preparatoria y universidad, hay una broma que se cuenta para tratar de atenuar el trauma de lo vivido en los últimos meses: "Un viernes salimos de puente y no volvimos a regresar a la escuela".

En la memoria colectiva de 36 millones 518 mil estudiantes mexicanos, marzo del 2020 quedará marcado por siempre como el mes en el que, tras un periodo de incertidumbre, de mirar la pandemia acercarse desde lejos, las escuelas de todo el País se vieron forzadas a cerrar sus puertas.

Con ello, la matrícula completa del Sistema Educativo Nacional tuvo que guarecerse en casa para afrontar el reto de una educación a distancia que, como todo lo que ha ocurrido a causa del Covid-19, hizo todavía más evidente la desigualdad que persiste en México.

Montado con urgencia sobre la vasta experiencia del modelo de las telesecundarias, el programa Aprende en Casa de la Secretaría de Educación Pública ha buscado constituirse como el eje rector de la enseñanza en estos meses de contingencia, con una efectividad todavía por verse.

Más allá, sin embargo, de las políticas gubernamentales, detrás de la puerta de cada casa, tras la pantalla de cada celular, tablet o computadora, las consecuencias educativas y psicológicas para cada uno de los alumnos son todavía difíciles de calcular.

Ante la falta de estadísticas gubernamentales públicas que den cuenta de las secuelas de casi un año completo de educación la distancia, las instituciones académicas de nivel superior ya comienzan a arrojar datos con sus propias investigaciones.

En algunos casos, los resultados son muy poco alentadores.

El pasado mes de septiembre, la economista Susan Parker, académica del CIDE y de la Universidad de Maryland, publicó el artículo "Uso del tiempo de los adolescentes durante la pandemia en México: una mirada inicial".

Con base en los resultados de 2019 y 2020 de la Encuesta Nacional de Ocupación (ENOE), un instrumento estadístico del Inegi, Parker ha podido documentar que, en promedio, las horas de estudio de los estudiantes entre los 12 y los 18 años han caído en un 30 por ciento.

"Hay menos a-lumnos conectados, menos alumnos aprendiendo. Incluso los que siguen intentando estudiar, en general, están dedicando menos tiempo", concluye la especialista en la evaluación de políticas sociales.

A partir de los resultados de la ENOE y de la Encuesta Telefónica de Ocupación y Empleo (ETOE), la investigadora también ha podido descartar, como era su hipótesis inicial, que las horas que ya no dedican los alumnos a la escuela ahora se están usando en el trabajo, para ayudar en casa.

"Hemos revisado los datos sobre trabajo de estos jóvenes y, de hecho, están trabajando menos, porque, como hay una crisis económica, no hay...

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