Eduardo Caccia / Contralógica

AutorEduardo Caccia

Dick Fosbury era un estudiante mediocre y un atleta incluso peor. En su época de preparatoriano practicaba el salto de altura, aunque era incapaz de superar un metro y medio, lo que la mayoría de sus compañeros sí lograban. En 1963, durante una competencia colegial y frustrado por su pobre desempeño, instintivamente hizo algo contra toda lógica, saltó de cara al cielo con su espalda arqueada sobre la barra, en vez de la técnica practicada entonces conocida como "straddle", en la que el atleta se encorva de cara al piso. El resultado sorprendió a todos, pronto aquel chico incapaz de vencer alturas comunes, estaba rozando el metro y ochenta centímetros.

Fosbury calificó para las Olimpiadas de México 68. Entonces ya brincaba dos metros y veinte centímetros. Un 20 de octubre de aquel año, con el número 272 en el pecho, un escuálido norteamericano jaló aire y tomó vuelo sobre la pista del hermoso Estadio Olímpico, lleno a reventar, en la Ciudad de México. El mundo del olimpismo veía por primera vez un salto raro, o a un loco volando de espaldas sobre la barra. Brincó dos veinte y luego dos veintidós en sus primeros intentos. Le seguían un compatriota y un ruso. Fosbury se preparó para el salto definitivo: dos veinticuatro. Los otros dos ya habían fallado. En su tercer intento lo consiguió. El estadio enloqueció. Nacía un nuevo récord olímpico y una merecida medalla de oro. Nacía también lo que hoy se conoce como el "Salto Fosbury", usado por todos los competidores de salto de altura del mundo.

Cuántas lecciones. En sus inicios deportivos, Fosbury fue ridiculizado por usar una técnica desconocida. Por hacer lo contrario a lo que los demás hacían.

Confesaría luego que, gracias a sus estudios de ingeniería, concluyó que hacer un arco con su cuerpo sobre la barra, le daba una ventaja mecánica inusual, respecto al método tradicional.

Así es la innovación, un camino sinuoso, poco predecible, que a veces confundimos con un proceso estandarizado y que todos deben buscar para conseguir el éxito o que es parte de un título como "Licenciado en Innovación". Si bien la innovación no debe sobrevenderse, tampoco debe desestimarse y dejar de buscarse como parte de la premisa de que siempre hay una mejor forma de hacer las cosas. La innovación parece tener un patrón: hay que romper una regla convencional, retar fuertemente lo establecido, hay que aceptar el riesgo...

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