¿Hacia un nuevo concepto económico de Estados Unidos hacia América Latina? Entre la realidad y la fantasía

AutorGregorio Selser
Páginas225-242

Page 225

A Gregorio Selser (1922-1991). In memoriam.

"Una mentira mil veces repetida se convierte en verdad ". Goebbels no descubrió nada, sólo evidenció-con la confianza de la impunidad- una de las prácticas corrientes de la dominación,

Gregorio Selser fue uno de esos hombres que le puso límites a la impunidad.

Habrá quienes discutan si lo hizo como periodista, analista internacional o historiador. Selser concibió el periodismo como un espacio de lucha por la verdad, lo que es hacer ciencia. América Latina fue su objeto de análisis privilegiado y cada escrto un documento categórico. Su método, la exhaustiva búsqueda del dato, varias veces verificado, que dio vida a un archivo inigualable en la región, paciente y cariñosamente organizado por su esposa Martha.

Pero lo que hizo diferente a Gregorio Selser fue el llegar a desenmascarar las mentiras mil veces repetidas sobre las relaciones entre la "metrópoli" y la "periferia". Gregorio no necesitó de frases altisonantes ni panfletos agitativos para demostrar en cuanto periodista, como analista y en tanto historiador, la existencia del imperialismo, sus objetivos, métodos y miserias.

Hizo trizas la impunidad del "monstruo" (como le llamaba Martí), lo que implicó una gran valentía.

Gregorio Selser enseñó seriedad, responsabilidad, compromiso. Único en su estilo, su ausencia se verifica dolorosamente irreparable. Pero sus textos siguen abiertos. Con la publicación de una de sus últimas ponencias, que sigue aquí abonando el debate, nos sumamos al merecido homenaje.

Beatriz Stolowicz.

Si la década de los 60 fue llamada por el presidente John F. Kennedy, en el marco de su Alianza para el Progreso, la "década de la esperanza" para América Latina, la de 1980 ya tiene para la misma subregión, la caracterización histórica de la "década perdida",

Nunca hasta Kennedy Estados Unidos habían elaborado un programa comprensivo de naturaleza económico-financiera destinado a favorecer ei crecimiento y desarrollo de las repúblicas ubicadas al sur del río Bravo y las del ámbito caribeño de raíz latina. El discurso con el que Kennedy presentó su proyecto en Punta del Este, Uruguay, en agosto de 1961, pletórico de Page 226 buenos deseos y mejores intenciones, parecía llenar porvez primera la brecha entre la realidad y la fantasía, entre el pragmatismo y la utopía, característicos de la relación que en tiempos del presidente Franklin D. Roosevelt (1933-1945) llevó el código retóricode "Política del Buen Vecino" (Good Neighbor Policy).

Si hubo una relación vecinal amistosa, ésta se tradujo únicamente en que durante sus cuatro presidencias-la última de ellas truncada- Roosevelt no ejerció el poder de las cañoneras contra las repúblicas hermanas de América y el Caribe -que habían tipificado el lapso de las tres primeras décadas del siglo XX-, en el marco de la llamada "Diplomacia del Garrote" (Big StickDiplomacy). Pero esa ausencia de modos violentos no se vio acompañada de una política específica de relación económica mutuamente fructuosa y satisfactoria. No faltaron sarcástjcos historiadores y analistas latinoamericanos que sintetizaron como negativa -o en todo caso ambigua-esa nueva relación: "Los buenos son los Estados Unidos, y los vecinos somos nosotros".1

Con el proyecto de Kennedy se repitieron los sarcasmos en la misma reunión de Uruguay. El argentino-cubano Ernesto ("Che") Guevara, ministro de Industrias de la Isla, predijo el fracaso de la Alianza para el Progreso, denunció que tenía origen en la necesidad de la Casa Blanca de contrarrestar el efecto-demostración de la Revolución Cubana liderada por Fidel Castro, y afirmó lo escuálido del programa de inversiones, a su juicio destinado poco máso menos que aconstruir desagües cloacales, a "letrinizar" la región.

Mucho antes de que finalizaran los diez años previstos para el cumplimiento del plan aliancista, éste había naufragado en medio de sus imperfecciones manifiestas y las censuras procedentes tanto de los sectores de la izquierda tradicional como de los conservadores que le reprochaban sus tendencias socializantes (reformas agrarias, reformas fiscales, preferencias por inversiones de bienestar público, etc.). Kennedy mismo fue asesinado bastante tiempo antes de ese fracaso de su utopía que con seguridad le hubiera dolido.2 Sus sucesores los presidentes Lyndon B. Johnson y Richard M. Nixon, poco y nada hicieron por evitar el descalabro final, inmersos como estaban en prioridades internas y la de la muy dramática intervención militar en el Sudeste Asiático.

Nixon hizo un único gesto simbólico: despachar como su enviado especial a Nelson Rockefeller -entonces gobernador del Estado de Nueva York- para que hiciese un estudio de la situación imperante en América Latina y el Caribe. Rockefeller hizo en 1969 cuatro viajes sucesivos acompañado de una nutrida delegación de expertos de toda índole. Al parecer la idea consistía en aprovechar las entrevistas del viajero y sus expertos con los gobernantes de la subregión, así como la recopilación de documentación de cada país, para a partir de allí elaborarPage 227 un diagnóstico que a su vez permitiese un eventual nuevo proyecto, presumiblemente mejorado, en reemplazo de la fenecida Alianza.

En efecto, se produjo un inmenso acopio de materiales que fueron la base del llamado Informe Rockefeller, que no sirvió para otra cosa que nutrir la vasta bibliografía ya existente acerca de la problemática continental. Nixon no repitió las intenciones político-altruistas de Kennedy, no produjo ninguna nueva Alianza y, para peor, se complicó junto con su secretario de Estado Henry Kissinger en la innoble desestabilización del gobierno constitucional de Salvador Allende en Chile (1970-73), con las terribles consecuencias que tal intervención tuvo para el pueblo de ese país.

Esta tragedia no fue la única que afectólas relaciones de Estados Unidos con sus vecinos, implicando con ello un retorno a las viejas prácticas intervencionistas y agresoras que se suponía porsiempre abolidas a partirde la Good Neighbor Policy. La utopía de una fraternidad compartida, fundada sobre principios -incluso pragmáticos, si se quiere-de mutuo interés económico y político ya había sufrido su primer grave traspié de la segunda posguerra, en el marco de la Guerra Fría, con el derrocamiento, producido desde el principio a fin por Estados Unidos, del gobierno constitucional de Guatemala presidido por Jacobo Arbenz Guzmán, un desmán cuyas consecuencias se prolongan desde su consumación en junio de 1954, hasta hoy.

El gobierno del general Dwight Eisenhower persistió en esa deplorable tesitura ai autorizar a principios de 1960 la preparación de una fuerza militar mercenaria destinada a derrocar al gobierno revolucionario de Cuba. La operación fue legada como herencia a su sucesor Kennedy, quien la llevó a la práctica en Playa Girón (Bahía de Cochinos) en abril de 1961, con resultados desastrosos para la imagen internacional de Estados Unidos. Ese episodio consolidó la ruptura de relaciones entre esa potencia y la isla agredida y prefiguró una línea de intolerancia ideológico-política que dejó huellas indelebles en el Continente.

A partir de entonces nada fue igual ni apacible. Y si la adscripción de Cuba al campo socialista a partir de una opción a la que fue forzada condujo al año siguiente-octubre de 1962- a la célebre Crisis de los Cohetes entre Estados Unidos y la Unión Soviética que sí tuvo un asidero estratégico y de seguridad nacional, la concepción del patronazgo indisputable alimentó la paranoia de una "nueva Cuba" en el Caribe y condujo al presidente Johnson a la aventura bélica menos justificable de la década, que tuvo por escenario a la República Dominicana en circunstancias en que su pueblo procuraba una salida constitucional -abril de 1965- a la presencia de un dictador, Donald Reid Cabral, que la obstaculizaba.Page 228

La invasión de la Dominicana ocurrió el mismo año en que Johnson inició la definitiva escalada bélica en Vietnam. Ambos sucesos se inscriben en el marco de la patología suscitada por la Guerra Fría. El mismo ingrediente, aunque sazonado con otros aderezos menos ideológicos y mucho más economicistas, hará entendible la ya mencionada y tristemente célebre desestabilización del gobierno de Allende en Chile, en septiembre de 1973. Menos de un año más tarde, en agosto de 1974, el máximo responsable del drama chileno, el presidente Nixon, presentaba su renuncia a la presidencia de Estados Unidos, caso único en la historia de esa nación.

¿Será necesario recordar la oceánica diferencia política y ético-moral entre ambos mandatarios? ¿O memorar ilustrativamente cuáles fueron los efectos que para América Latina y el Caribe tuvieron los procelosos años de las décadas de los 70 y de los 80, a instancias de las políticas de "seguridad nacional" que afectaron a gran parte del hemisferio en función de la ideología e intereses de Estados Unidos?

Es cierto que a mediados de la década de los 80, durante la presidencia de Ronald Reagan, se produjo un notorio cambio en la modalidad de los regímenes militares-dictatoriales y su creciente reemplazo por gobiernos surgidos de procesos electorales en teoría no fraudulentos. El recambio -una alteración cíclica en la historia de las relaciones estadunidenses-latinoamericanas- ha sido generalizadoramente denominado "redemocratización", concepto de tan ambigua naturaleza como su propia aplicación práctica. Los viejos cuadros militares efectuaron un ordenado repliegue y consintieron tras la fachada de las "democracias restringidas", o "limitadas", o "protegidas", o "controladas", o "tuteladas", el ejercicio de una nueva faceta de la tradicional dominación oligárquico-burguesa, detrás de las cuales -aunque con alguna mengua- siguen preservando y tutelando los privilegios de los antiguos o nuevos...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR