Dos siglos del aborto en los Estados Unidos

AutorLaurence H. Tribe
Páginas142-179
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III. DOS SIGLOS DEL ABORTO
EN LOS ESTADOS UNIDOS
SI CADA ley cuenta una historia, la del aborto en los Estados
Unidos no es una historia simple. Contarla de nuevo podría
ayudar a poner la disputa contemporánea sobre el derecho a
la interrupción del embarazo en un marco más amplio, reve-
lando cómo se ha formado y en dónde tuvo su origen. Esa his-
toria también puede ayudarnos a entender que, siendo el con-
flicto sobre el aborto una guerra de absolutos, los absolutos en
sí pueden ser contingentes; surgen de contextos, problemas y
preocupaciones sociales particulares que cambian conforme
va cambiando la sociedad.
El debate actual sobre el aborto en los Estados Unidos pa-
rece plantear un conflicto insoluble entre dos valores funda-
mentales: el derecho de un feto a vivir y el derecho de una
mujer a determinar su propio destino. El ciudadano contem-
poráneo que busca una solución ética a este dilema debe, al
parecer, navegar como Ulises, entre la Escila del infanticidio y
la Caribdis de la esclavitud femenina.
Esta visión del aborto oscurece casi por completo el hecho
de que estos valores irreconciliables son, en gran medida, pe-
culiares de los Estados Unidos de finales del siglo XX. Lejos de
ser frutos inevitables del orden natural de las cosas, estos valo-
res irreconciliables se construyen socialmente.
Afirmar que nuestra forma de pensar acerca del aborto pue-
de ser nueva y que los valores subyacentes al debate sobre el
tema son conceptos sociales no significa negar, desde luego, que
expresan creencias fundamentales acerca de la manera en que la
gente debiera vivir. Reconocer que esas creencias se crean histó-
ricamente y dependen de experiencias y modos de comprensión
particulares no las denigra. Sin embargo, si reconocemos la na-
turaleza de nuestras convicciones, tal vez a la larga seamos ca-
paces de distinguir mejor las agendas sociales implícitas en las
posiciones adoptadas por cada bando en la cuestión del aborto.
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DESDE LA REVOLUCIÓN EN ADELANTE
En los Estados Unidos posrevolucionarios, el aborto, al menos
en la fase temprana del embarazo, no estaba prohibido ni era
poco común. Cada jurisdicción estadunidense —esto es, cada
uno de los estados— era gobernada por el Common Law,* el
cuerpo legal construido por los jueces ingleses que se había
desarrollado a lo largo de los siglos previos a la Revolución,
complementado con normas legislativas. En la época de la Re-
volución y la adopción de la Constitución de los Estados Uni-
dos —de hecho, hasta 1821— ningún estado había promulga-
do una ley que declarara ilegal un aborto.
Según el Common Law, el aborto se permitía hasta “sentir
un signo de vida fetal”, es decir, hasta el momento en que la
mujer percibía el primer movimiento del feto. En la práctica,
eso significaba que era irrestricto hasta el cuarto o quinto mes
del embarazo. Esta regla estaba apoyada por varias justifica-
ciones. Para algunos, el movimiento significaba que el feto te-
nía un alma. Otros, en particular aquellos de profesión médi-
ca, consideraban que la realización de un aborto antes de los
primeros movimientos del producto representaba poco peli-
gro para la salud de la mujer. En un nivel más pragmático, la
distinción tenía su origen en las limitaciones científicas de
la época: antes de los primeros movimientos fetales nadie po-
día saber con seguridad si una mujer estaba embarazada. Si
no se podía saber, tampoco se podía probar que se hubiera
practicado un aborto y, mucho menos, que éste hubiera sido
intencional.1 El Common Law también preveía que aun cuan-
* Por Common Law se entiende el derecho consuetudinario anglosajón
constituido por un conjunto de normas emanadas de decisiones judiciales ex-
presadas en forma de máximas o principios y que están sujetas a cambios ya
sea a través de leyes emitidas por el poder legislativo o a través de nuevas re-
soluciones judiciales. [N. de la T.]
1 Véase James Mohr, Abortion in America: The Origins and Evolution of Na-
tional Policy, 1800-1900, 1978, pp. 4-6; véase en general “Brief of 281 Ameri-
can Historians as Amici Curiae Supporting Appellees”, Webster vs. Reproduc-
tive Health Services, 109 S. Ct., p. 3040 (1989) (núm. 85-605), punto de partida
para la mayor parte de este capítulo. Este escrito se denomina en lo sucesivo:
Historians’ Brief.
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do se hubiera realizado un aborto ilegal, la mujer involucrada
quedaba libre de persecución.2
Sabemos que los primeros legisladores estadunidenses va-
loraron la vida fetal debido al hecho de que el aborto posterior
a los primeros movimientos se consideraba un delito menor.
Pero no podemos saber con certeza cuán alto era el valor que le
atribuían. Durante los primeros tiempos de la historia de los
Estados Unidos, la interrupción del embarazo se consideraba,
en el peor de los casos, un delito menor. Esto podría significar
que la sociedad concedía poca significación moral, o importan-
cia legal, al feto. Pero también podría reflejar moderación judi-
cial y legislativa ante una gran incertidumbre acerca de la exis-
tencia y el desarrollo de los no nacidos. Las leyes que la
sociedad elabora deben versar sobre acciones que los seres hu-
manos pueden controlar. Ninguna sociedad racional hace leyes
que no espere ser capaz de hacer cumplir.
Al parecer, el aborto a causa de embarazos indeseados no
era inusual en los Estados Unidos a finales del siglo XVIII y prin-
cipios del XIX. Al comienzo de este periodo, la actitud estaduni-
dense hacia la sexualidad se volvió más liberal. De hecho, un
historiador, Michael Gordon, ha calculado que tres de cada diez
mujeres en la Nueva Inglaterra de finales del siglo XVIII estaban
gestantes al momento de casarse. Esto superaba por más de
tres veces la tasa de embarazos entre las novias de 100 años an-
tes.3 El hecho de que hubiera una disminución en la tasa global
de nacimientos durante el mismo periodo indica un incremento
en el uso tanto de las medidas anticonceptivas como del aborto.
La sociedad estadunidense de los siglos XVIII y XIX era predo-
minantemente rural. Ese tipo de sociedades normalmente valo-
ra a los hijos como una fuente de fuerza económica y los Esta-
dos Unidos no eran la excepción. Por esta razón, eran
principalmente las mujeres solteras quienes pedían los abortos.4
En general, una mujer recurría a este medio para ocultar el
comportamiento sexual que tuvo como resultado su embarazo.
2 James Mohr, op. cit., p. 128.
3 Michael Gordon, The American Family: Past, Present, and Future, 1978, p. 173.
4 Michael Grossberg, Governing the Hearth: Law and Family in Nineteenth-
Century America, 1985, p. 159.

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