La discriminación: violencia y negación del otro algunas consideraciones filosóficas

AutorMarco Antonio Sánchez López - Luis Antonio Hernández Sandoval
Páginas121-157
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CAP ÍTU LO I II
LA DISCRIMINACIÓN: VIOLENCIA Y NEGACIÓN DEL OTRO
ALGUNAS CONSIDERACIONES FILOSÓFICAS
Sea cual fuere el motivo, todo homicidio y
todo atentado contra la persona es
un crimen contra la humanidad
Mahatma Gandhi 119.
1. Una cuestión preliminar
En 1951 el f‌i lósofo francés Gabriel Marcel reúne en un libro una
serie de artículos con el título “Los hombres contra lo humano”120,
en él ref‌l eja la situación del hombre moderno y los espejismos
deshumanizadores que invaden la conciencia humana, muestra
también la conexión existente entre el horror de la abstracción y
el de la violencia colectiva, así como “la sistemática violación de
los más elementales derechos”121 del hombre. Es así como sur-
ge el principio de la masif‌i cación del individuo, el ocultamiento
de su rostro personal.
Los hombres contra lo humano expresa la negación del hom-
bre, de su realidad personal, mediante mecanismos abstractos
e ideológicos que lo reducen a un recurso, a una masa etérea,
capaz de ser administrado y manipulado, la grotesca disparidad
entre un individuo y otro, y el engaño permanente de la ilusión
de progreso que la modernidad ha plasmado en las ilusiones de
los sujetos atados a un destino incierto.
Pero también, los hombres contra lo humano es el vislumbre de
la violencia que se comete hacia el otro, hacia el que es diferen-
te de mí por causa de su color, de su status económico, de su
raza, de su nacionalidad, de sus creencias religiosas, en con-
119 Gandhi, Mahatma, Todos los hombres son hermanos, Salamanca, Sígueme, 2002, p. 126.
120 Cfr. Marcel, Gabriel, Los hombres contra lo humano, Madrid, Caparrós editores, 2001.
121 Ibidem., p. 123.
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UN ACERCAMIENTO A LA DISCRIMINACIÓN. DE LA TEORÍA
A LA REALIDAD EN EL ESTADO DE MÉXICO
clusión, de lo que hace singular a una persona, pero que no es
soportable para otros, para sus intereses y espurias alusiones
al engrandecimiento de la raza dominante. Es el hombre contra
el hombre mismo a través de la violencia, la forma más drástica
con la que la humanidad ha forjado su historia.
Y si hablamos de los hombres contra lo humano es porque en
nuestro tiempo se presenta un fenómeno que es una violencia
dirigida hacia lo propiamente humano, hacia el hombre mismo
y hacia su dignidad. Este fenómeno es la discriminación que
en su sentido directo y sin ambigüedades no es otra cosa más
que una actitud de violencia cometida hacia otra persona por
ser diferente, por poseer un status inferior. Desde este ámbito
nos situamos para desarrollar una visión f‌i losóf‌i ca, anticipando
que el principio de la lucha contra la discriminación ha de ser la
vuelta a la mirada directa hacia el rostro de la persona del otro,
mirar cara a cara constatando nuestra igualdad y nuestro respe-
to mutuo, afrontar el diálogo y la intercomunicación con los otros.
Lo que nos ocupa en esta investigación no es escudriñar sus
diferentes facetas, sino más bien, f‌i jar la atención a la violencia
como fenómeno y como núcleo central de la discriminación. Así
pues, no es la violencia por sí misma la que se estudiará, ni mu-
cho menos escudriñaremos su aspecto abstracto, sino más bien
la violencia, como hecho y realidad, en la forma agresiva sobre
el otro, cuando se pretende deliberadamente causarle daño, ex-
cluirlo; incluso, en su grado extremo, aniquilarlo. Estamos, pues,
ante una realidad histórica y ante una realidad humana que ha
causado estragos muy profundos en el devenir humano.
Los hombres contra lo humano es al mismo tiempo el ref‌l ejo del
homo homini lupus, el último bastión de la tragedia humana.
2. La tragedia del siglo XX: la barbarie moderna
Hoy en día no podemos ignorar que la capacidad de violencia
del hombre es ilimitada, así como dada su libertad puede realizar
cosas grandes, también puede provocar un mal extremo, el abis-
mo de autodestrucción es la tentación más profunda del hombre.
Esa capacidad demuestra que el poder del hombre es más gran-
de de lo que nos hemos atrevido a pensar, ya que “puede hacer
realidad diabólicas fantasías sin que el cielo se caiga o la tierra
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LA DISCRIMINACIÓN: VIOLENCIA Y NEGACIÓN DEL OTRO
ALGUNAS CONSIDERACIONES FILOSÓFICAS
se abra”122, como lo ha dicho certeramente Hanna Arendt. Este
siglo ha conocido un grado de violencia, planif‌i cada o no, que
supera todo lo previsible. Un sinfín de tragedias ocurridas a lo
largo del siglo XX y principios del siglo presente dan constancia
del horror de la violencia que en su máxima expresión es orga-
nizada por el hombre contra el hombre mismo, y que la historia
más que estar escrita con la sangre muda de la gloria de los
héroes y dominadores de este mundo, por debajo de ella está
más bien la sangre del pobre, del oprimido, del sin-nombre que
brota, como diría Léon Bloy, gimiendo hacia el cielo. ¿Será que
la memoria a veces se recubre de mentira para que el hombre
se mienta a sí mismo y no reconocer los crímenes, esquivando
toda consideración, y así no cargar en sus hombros el cortejo de
las víctimas?
Albert Camus enfatizaba que la característica innegable de la
primera mitad del siglo XX es que los hombres construyeron
doctrinas para justif‌i car el crimen. Es el “tiempo de las ideolo-
gías”123 que pretenden disculpar y encubrir el crimen. Uno de
los aspectos drásticos de la barbarie moderna, es su crueldad
inhumana. Muy por encima de las prácticas guerreras de los
conquistadores “bárbaros” del f‌i nal del Imperio Romano, el pro-
pósito de la crueldad que ha vivido la modernidad ha radicado
en desaparecer al hombre mismo, haciendo de él una especie
de res nullius, condicionándolo a un tratamiento reductor como
objeto, negando, desde el primer momento, su realidad trascen-
dente. Con la sombra del nihilismo ha cubierto todas las ma-
sacres y los crímenes cometidos durante esta época para llegar
al punto álgido de la familiaridad del crimen, lo que Camus ha
dado por llamar la tragedia de la contemporaneidad, pues nos
señala que “en los tiempos antiguos, la sangre del crimen pro-
vocaba al menos un horror sagrado; santif‌i caba así el precio de
la vida. [Ahora] la verdadera condena de esta época es hacer
pensar, por el contrario, que no es bastante sangrienta”124.
La experiencia decisiva de nuestra época moderna, a diferen-
cia de la antigüedad, que se proponía “producir sabios”, o de la
122 Cfr. Arendt, Hanna, Los orígenes del totalitarismo, Madrid, Alianza Editorial, 2006,
p. 600.
123 Cfr. Camus, Albert, El hombre rebelde, Madrid, Alianza Editorial, 2005, p. 11.
124 Ibidem., pp. 325-326.

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