Un dilema moral

AutorSabina Berman

Que en los 30 años de dictadura de Porfirio Díaz haya reinado en México una moral, como lo afirman otros historiadores, lo desmienten la violencia y la largueza de la Revolución. En el Porfiriato un pequeño grupo era dueño de las fuentes de riqueza del país, y el bien común era raquítico, de ahí que fuera tan popular entre los mexicanos de a huarache irse con la peligrosa bola, que equivalía en la práctica a irse a ver a cuántos mataba uno antes de que lo mataran. Mejor morir de bala que medio vivir de hambre, era la lógica.

El PRI nació como un acuerdo, no para el bien común del país entero, sino para el bien común de los hombres fuertes surgidos del triunfo de la Revolución: basta de dirimir quién manda a balazos, basta de intentonas de golpes de Estado, mantengamos la unidad del grupo de los fuertes y dirimamos dentro de nuestros recintos, a puerta cerrada, a quién le toca mandar, y cómo ese mandamás reparte entre los otros los poderes menores.

No es casual que en su discurso inaugural, en enero del 2011, el nuevo presidente del PRI haya señalado que “el gran reto del partido es la unidad” (podría parafraseársele así: “el gran retro del PRI es la unidad”). Ni que el segundo objetivo que haya fijado es “ganar la Presidencia”, es decir, regresar al partido al lugar desde donde se reparte el poder de los ministerios nacionales. Y tampoco que haya señalado como tercer objetivo, y no el primero o el segundo, “el construir el mejor proyecto de país”, con énfasis en la palabra construir: el PRI no cuenta con ese proyecto de antemano, en el siglo XX el PRI debió plegarse al proyecto de cada hombre fuerte a quien colocó en la cima del poder, y ahora debe asumir que un nuevo priista fuerte armará un nuevo proyecto al que los otros priistas se sumarán.

En cambio el PAN nació de una necesidad moral. De la necesidad de oponer a la mezquina moral de grupo de los hombres fuertes del PRI, una moral más amplia, que incluyera verídicamente al país entero. Y esa moral panista utópica, surgió en medida importante inspirada por la antigua moral católica de la Colonia. Los panistas de casta suelen decir que el presidente Fox no era un panista en serio, era un ranchero de valores empresariales, los valores de la Coca-Cola Company al poder, expresados en el léxico colorido de un rancho. Los panistas de vieja cepa, consideran que el primer presidente verdaderamente panista ha sido el actual, Felipe Calderón, hijo de fundadores del partido. Y sus actos lo validan...

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