Diego Valadés / La Constitución hacia el ocaso

AutorDiego Valadés

El centenario de la Constitución no está siendo aprovechado para revisarla y revitalizarla. Por lo contrario, la Constitución sigue avanzando hacia el ocaso.

Las encuestas muestran una caída constante en cuanto al nivel de conocimiento de la Constitución y el ascenso, también progresivo, de las opiniones adversas a su utilidad. Ninguna fuerza política se preocupa por el destino de la Constitución y son excepcionales los dirigentes interesados en ella.

Los factores disruptivos son muchos. Unos aceleran la desconfianza social en las instituciones, como la violencia, la corrupción, la impunidad y la pobreza; otros resultan de las reservas entre los agentes políticos. Ambas formas de recelo se entrecruzan y realimentan. Por añadidura, cada vez que se le considera un impedimento para las decisiones del poder, la Constitución es reformada a conveniencia. De no adoptarse medidas que detengan su erosión, un desenlace previsible es la exigencia de remplazarla.

Crece el número de quienes opinan que la Constitución no se cumple, al menos no en su totalidad. En 1917 se rompió el modelo constitucional clásico al introducirse en Querétaro el constitucionalismo social. A partir del gobierno de Álvaro Obregón, y por varias décadas, se siguió una activa política agraria, educativa y sindical basada en la norma suprema. Los equívocos sobrevinieron después, al pretender que todas las carencias nacionales se satisfarían mediante disposiciones constitucionales grandilocuentes.

Los derechos de prestación que se fueron apilando impusieron al Estado compromisos inasequibles. Esto alimentó el espejismo de que un enunciado constitucional bastaba para solucionar las necesidades nacionales y desvió los beneficios hacia objetivos de proselitismo electoral.

La utilización política de la Constitución ha sido contraproducente porque las normas de bienestar no se traducen en realidades tangibles. Esto genera la impresión dominante de que la Constitución se incumple y refuerza la idea de que para alcanzar lo prometido hay que multiplicar las obligaciones del Estado mediante otra Constitución; una que sí se aplique.

Aunque las campañas presidenciales de varios partidos ya están en marcha, con toda probabilidad ninguno obtendrá mayoría en el Congreso. Como no se ha regulado la forma de gobernar en coalición, diseñando los mecanismos que permitan absorber las tensiones entre los contendientes y que generen conductas cooperativas, no es remoto llegar a un impasse...

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