Determinismo cultural

AutorEdgar Bodenheimer
Páginas294-306
XIII. DETERMINISMO CULTURAL
46. Introducción
LAS CULTURAS, como los individuos, están sujetas a la
acción de ciertos procesos naturales. Nacen, se desa-
rrollan, llegan a la madurez, envejecen y, finalmente,
mueren. Este aserto no implica la aceptación de una
filosofía determinista —fatalista y rígida—. Así como
individualmente el hombre tiene el poder —dentro de
ciertos límites impuestos por su fuerza, capacidad y
personalidad— de modelar su vida conforme a sus
opiniones e ideales, de enriquecerla por medio de su
trabajo y su experiencia y de prolongarla viviendo de
modo sano y razonable, los hombres, colectivamente,
tienen el poder —dentro también de los límites deter-
minados por el carácter y formas de su vida social—
de construir una cultura conforme a sus ideales y de
prolongar su existencia y duración mediante un uso
racional de sus facultades cooperativas. Pero aunque
puedan ser capaces de prolongar la vida de su cultura
no tienen posibilidad de conservarla eternamente;
también aquí es obvio el paralelo con el individuo. No
hay nada descorazonador en la idea de que toda cul-
tura tenga finalmente que decaer y morir. Así como
el atardecer de un día puede ser tan bello como el ama-
necer —e incluso más—, el espectáculo de una cultura
que va hacia su ocaso puede ser tan grande e incluso
mayor que el de una cultura que asciende. El crepúscu-
lo de la cultura romana en los días de Antonino Pío y
Marco Aurelio fue una época de madurez y puede ser
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