La demografía democrática. ¿Altera la democracia los orígenes de los políticos?

AutorRoderic Ai Camp
Páginas88-117
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III. LA DEMOGRAFÍA DEMOCRÁTICA
¿Altera la democracia los orígenes de los políticos?
LA TRANSICIÓN a un modelo político democrático produce numerosos cambios
en las carreras institucionales de los políticos, y los políticos de México no
son la excepción a esta regla. Los datos sugieren algunos cambios verdadera-
mente signi cativos (o falta de ellos) en los antecedentes de carrera, de un
mo delo político semiautoritario a uno democrático, incluida la pertenencia
ac tiva a un partido, ocupar cargos en él y en los puestos políticos de elección
popular, estatales o locales. Un conjunto de características aún más básico
queda descrito por los orígenes de un candidato, incluido el tipo de comuni-
dad en que fue educado y la ubicación de dicha comunidad, el medio socio-
económico de su familia, su etnia, así como las consecuencias de tales varia-
bles personales sobre los antecedentes y las elecciones institucionales que
cada político puede hacer al llegar a la edad adulta. Indiscutiblemente, las
variables demográ cas determinan muchas características del currículo de
un político y su elección de la carrera.
Lo que más ha intrigado a los analistas acerca de los antecedentes de la
élite política a nivel mundial son los orígenes de sus familias, pero sobre
todo su posición socioeconómica. En parte, este interés se debe a la impor-
tancia del concepto que los ciudadanos tienen acerca de sus dirigentes.
Por ejemplo, saber si la cultura política incide en las opiniones positivas de
los orígenes de la élite, como ocurrió en Inglaterra durante gran parte del
siglo XX, o bien en los orígenes populares, como en el caso de los Estados Uni-
dos, representados notablemente en el siglo XIX por el origen campesino de
Abraham Lincoln.
En México se entrelazan dos variables políticas importantes, afectando
las expectativas acerca de los antecedentes de un dirigente nacional. En pri-
mer lugar, durante la fase predemocrática, una ideología política y una retó-
rica impuesta ayudaron a reforzar ciertas cualidades personales. Por ejem-
plo, podríamos esperar que el régimen socialista y autoritario de China, tras
la victoria comunista de 1949, promoviera a una nueva generación de fami-
lias de clase obrera, dada la implacable persecución de las familias ricas por
el régimen durante los años cincuenta y los castigos que aplicaron a sus des-
cendientes durante las décadas de los sesenta y setenta. De hecho, desde
1949 China ha sido dirigida en gran parte por élites de clase media (no de
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clase obrera), como la dirigencia de la élite en casi todos los demás modelos
y culturas políticas.1
En México, que también se sometió a una importante revolución violen-
ta, las puertas de la clase política de la élite se abrieron durante breve plazo a
un grupo más numeroso de individuos de origen social modesto. México des-
arrolló su propia mitología acerca de la Revolución de 1910; mitología que
reforzaba las percepciones positivas públicas de los antecedentes humildes
de un dirigente.2 Tal concepto del origen modesto se hizo particularmente
pronunciado entre la jerarquía militar posrevolucionaria.3
La segunda variable política está constituida por las características insti-
tucionales del modelo político. México creó un modelo semiautoritario des-
pués de la Revolución, para mantener victorioso el liderazgo revolucionario
y su ideología. El modelo era semiautoritario pero se veía como una demo-
cracia de partido único, jactándose de una amplia organización ideológica
que aglutinaba a todas las clases sociales, incluso a hijos y nietos de los mis-
mos adversarios que derrotaron en la Revolución y en las posteriores rebe-
liones violentas de los años veinte.
Desde los años treinta hasta después del año 2000, la distribución de los
orígenes sociales entre los políticos mexicanos no parece nada especial. Los
datos del cuadro III.1, que incluyen a todos los líderes destacados que sirvie-
ron a cada administración presidencial, son notables por su predominio
(gradual pero generalmente creciente) de  guras políticas con antecedentes
de clase media y clase alta. Esta distribución de clase social entre los políti-
cos cambia con suma lentitud. Por ejemplo, aunque dos de cada cinco polí-
ticos del gobierno de Cárdenas provenían de la clase obrera, en su nivel más
alto de los últimos 80 años, las cifras desde Manuel Ávila Camacho (1940-
1946) hasta Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) casi no muestran cambio algu-
1 Robert North y Sola Pool, “Kuomintang and Chinese Communist Elites”, en Harold D. Lass-
well y Daniel Lerner (eds.), World Revolutionary Elites, MIT Press, Cambridge, Mass., 1966, p. 381.
2 Todavía en 1978, en una reunión patrocinada por el ex presidente Miguel Alemán, surgió
una caldeada discusión a este respecto durante mi presentación de un ensayo sobre los intelec-
tuales posrevolucionarios. XX Congreso Nacional de Sociología, México, D. F., junio de 1978.
3 Secretarios de la Defensa Nacional, todavía durante la década de los ochenta, a veces men-
cionaban sus modestos orígenes sociales en presentaciones públicas (aun si tales orígenes eran
falsos) para reforzar la idea de que el ejército era una institución popular, emanada del pueblo.
Por ejemplo, el general Félix Galván, secretario de la Defensa Nacional (1976-1982), dijo a los
periodistas: “El ejército viene del pueblo. Yo mismo soy producto de campesinos. Nosotros, en
realidad —y ésta no es una frase ni una postura— somos el pueblo del pueblo. Los soldados son
muchachos campesinos que hemos reclutado; también los o ciales vienen de las clases popula-
res”. Roderic Ai Camp, México’s Military on the Democratic Stage, Praeger and CSIS, Westport,
Conn., 2005, pp. 66-67. Un general del más alto rango me hizo ver que varios de los secretarios
de la Defensa que hacen esas a rmaciones eran en realidad hijos de familias modestas de clase
media, y no de campesinos.

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