La democracia no se construyó en un día

AutorLorenzo Córdova

PRESIDENTE DEL CONSEJO GENERAL DEL INE

Las elecciones de 2018 marcaron, en muchos sentidos, un parteaguas en la democracia mexicana. Punto de llegada y de partida, el proceso electoral más grande de la historia culminó con una nueva alternancia en el Poder Ejecutivo federal, la conformación de una nueva mayoría en el Poder Legislativo, la reconfiguración del mapa político del país y el surgimiento de un nuevo equilibrio en el sistema de partidos. La tercera alternancia llevó a la Presidencia de la República a un político de larga trayectoria; constructor él mismo, junto con muchas otras personas, de la transición mexicana y detonador de muchas de las reglas e instituciones del sistema electoral mexicano. En su tercera campaña presidencial, Andrés Manuel López Obrador dio el campanazo, al ganar holgadamente la presidencia y propiciar el triunfo de miles de candidatas y candidatos a muy diversos cargos públicos, postulados por un partido de reciente creación: Morena, que apenas en 2014 había obtenido su registro como fuerza política nacional. El proceso electoral de 2018 cerró diversos ciclos históricos: uno de 50 años, si se considera el movimiento estudiantil de 1968 como punto de arranque de la democratización de México; uno de 40 años, si se ubica en la reforma política de 1977 el inicio del tránsito del régimen político hacia la pluralidad; o uno de tres décadas, si se considera las elecciones de 1988 como el punto de quiebre de la transición. Lo cierto es que la democracia mexicana no nació el 1 de julio de 2018. Las condiciones democráticas estaban ahí, y gracias a ello fue posible el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en su tercera campaña presidencial. En el triunfo del hoy presidente confluyen diversas circunstancias: su trayectoria y las decisiones que tomó luego de su segunda derrota electoral en 2012; la ruta y las decisiones que tomaron los tres partidos políticos que, hasta antes de 2018, habían dominado la vida política del país (PRI, PAN y PRD); la revolución digital que supuso el surgimiento de las redes sociales de internet como fenómeno de comunicación política y detonante de un nuevo activismo ciudadano, y el arbitraje del proceso desde el Instituto Nacional Electoral, no sólo como organizador de las elecciones, sino como garante de los principios de equidad, libre competencia, legalidad y certeza, necesarios para que el sufragio efectivo -el voto libre e informado- decidiera aquellos comicios, tan determinantes...

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