Definición de Sistema político en los umbrales del siglo XXI

AutorPamela Lili Fernández Reyes
Cargo del AutorDoctora en Derecho Universidad Complutense de Madrid
Páginas141-174

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Constituye un lugar común sostener que más allá de cada generación cada época comparte una misma fisionomía, una misma perspectiva, más o menos consciente, desde la que interpretar y valorar el mundo. Se dice que este sustrato de creencias marca los límites de la comprensión que el hombre tiene de sí mismo y de todo cuanto le rodea y contextualiza.

Pero no es menos cierto que la comprensión que tenemos acerca del mundo y de la realidad está muy lejos de ser absolutamente objetiva, algo neutro y por completo aséptico, ya que nuestro repertorio de creencias implica una postura, una jerarquización vital, la participación en una perspectiva hermenéutica común.1

Desde que entre los estoicos se diera por designar con el vocablo griego “sistema” o algunos de sus análogos, en el vocabulario filosófico, especialmente un orden del mundo o un orden cósmico, se impuso la convicción generalizada de que tanto la totalidad de lo real estaba sometida a las leyes que ofrecen una determinada modalidad de orden, como la idea según la cual el pensamiento debería adecuarse seguir, ofrecer y mostrar un orden sistemático.

Fue el cultivador de la filosofía Étienne Bonnot de Condillac (1714-1780) quien más decisivamente contribuyó en su tiempo a la introducción definitiva del sistema, entendiendo por tal la disposición de las diferentes partes de un arte o de una ciencia, en un orden en el que todos sus elementos se sostienen mutuamente y en que las últimas se explican por las primeras. Como es sabido Condillac fue un filósofo francés con interés por la economía tal y como acredita su publicación de 1776 (Le commerce et le gouvernement considérés relativement l’un à l’autre). Este autor cuya metafísica más conocida la de un estilo que va cobrando vida, de la que supo obtener importantes consecuencias, fundamentando si bien su ensayo del hombre ha contribuido a proponer un principio en la vida intelectual que en el siglo XIX desarrolló Arthur Schopenhauer.

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Condillac mantuvo relaciones de correspondencia y amistad con Rousseau y Diderot: sosteniendo un continuo contacto con los círculos intelectuales, al tiempo que se comprometió con la teoría empirista del conocimiento frente al racionalismo continental, complementando el empirismo de Locke a través de una teoría de la ciencia, que reconstruía el concepto de percepción interna de Locke y adoptó como guía la metodología de Isaac Newton. La corriente doctrinal y política de los ideólogos franceses asumió la concepción de Condillac sobre el sensualismo. Sin duda su obra más importante desde la óptica de la teoría de los sistemas, es el Traité des systémes de 1749. Tratado consagrado a la descripción de los auténticos sistemas en los que se puede constatar la relación de los hechos a través de la observación.

Para Condillac la permanencia de sistemas se manifiesta al menos en cuatro ámbitos: en el ámbito de la política, en el ámbito de la mecánica, en el ámbito de las ciencias y en el ámbito de las bellas artes. Aún cuando los únicos sistemas perfectos serían en puridad los de las ciencias, ámbito en donde la acumulación de observaciones nos revelan el encadenamiento de los hechos. Esta circunstancia le lleva a Condillac a valorar muy positivamente el método experimental, del que el sistema de Newton constituye la más brillante ilustración.2Condillac consagró su estudio básicamente a problemas de naturaleza psicológica, sometiendo a critica el racionalismo y el innatismo de los filósofos del siglo XVII, a quienes acusaba de una insuficiente explicación de los orígenes de los conocimientos intelectuales. En esta cuestión resulta determinante su obra “Ensayos sobre los orígenes de los conocimientos humanos, obra donde se reduce a un solo principio todo lo que concierne al entendimiento humano”, cuya primera edición se publicó en París el año 1746.3 A este ensayo se le suele clasificar entre las psicogonías dado que se trata de un intento de describir el desarrollo del espíritu a partir del dato primero que constituye la sensación. Precisamente por ello, se considera al texto como uno de los testimonios más importantes de la teoría empírica sensualista del conocimiento, Condillac entiende que el espíritu es receptor de impresiones surgidas del mundo exterior. Al enriquecerse la sensación produce el contenido elemental, y ello se manifiesta en un progreso continuo.4 Cuando la sensación se torna consciente

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hace nacer la percepción, ya que para Condillac es preciso asimilar la percepción subjetiva a una sensación consciente.

Sobre la base del empirismo de Locke y de su crítica de las ideas innatas y a través de la aplicación del método analítico desarrollado por Newton examina la manera de actuar del entendimiento humano. Todo ello termina generando una crítica radical a la doctrina aristotélica tradicional de los signos así como a la meta-física Cartesiana.5

En la concepción de Condillac las percepciones no son ni únicas ni aisladas las unas de las otras, sino que se encuentran ligadas entre sí y aparecen como repetitivas. Precisamente de la toma de conciencia de esta repetición surge la permanencia del sujeto (en cuanto asiento de esa repetición) y la permanencia del objeto (en cuanto a materia de esa repetición). Además en la medida en que percibimos la permanencia de nuestra consciencia sobre el fluir de las percepciones distintas adquirimos simultáneamente el sentimiento de existir como individualidad. Condillac se dedica a la materia de la que constan nuestros conocimientos y especialmente a la manera de actuar del alma, investigando al respecto los presupuestos reales del conocimiento humano, con la finalidad de “llegar al origen de nuestros conocimientos desarrollar su devenir seguirlos hasta los límites que les ha prescrito la naturaleza, para determinar desde allí la medida y los límites de nuestra facultad de conocimiento y renovar toda la facultad humana de los conceptos”.6Las percepciones sensibles que son necesarias a estos efectos se acumulan en forma de signos lingüísticos que las hacen evocables y que las permiten enlazarlas en abstracciones, comparaciones y sistemas, para Condillac la diferencia sustancial entre el ser humano y los animales (quienes son capaces de percepción y reconocimiento como aquel) consiste en la capacidad humana de analizar operaciones superiores del espíritu como el recuerdo, la capacidad representativa y la reflexión, ya que solo el hombre es capaz de representarse arbitrariamente gracias al lenguaje, algo sin estímulos inmediatos de los sentidos externos.

Precisamente la transición de signos naturales o casuales a otros signos convencionales es la clave de la evolución humana, Condillac identifica tres facultades del espíritu que serían modalidades refinadas de la percepción: en primer lugar identifica la imaginación, que comparece cuando se da una percepción de la imagen del objeto; en segundo lugar identifica la memoria que surge cuando recurrimos al nombre o a las circunstancias de la aparición del objeto; y para concluir, en tercer lugar estaría la contemplación que correspondería a una percepción perdurable del objeto que acaba de desaparecer, estas tres operaciones simples del espíritu son útiles para producir operaciones de mayor complejidad, Condillac se permite explicar

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así la trabazón de las ideas, entendiendo que a la consciencia de una complejidad se une la idea del objeto que deberá satisfacerla, creándose así todo un entramando de ideas simples.

En la segunda parte de su obra, Condillac desarticula la doctrina cartesiana del pensamiento innato y lo hace a través de una perspectiva histórica, en la cual antes de pensar y de hablar existiría un lenguaje de gestos (langage d´action) y signos naturales, que se unían con tonos y por razones de economía lingüística terminarían siendo sustituidos por signos arbitrarios y por conceptos abstractos. A la hora de identificar el origen del lenguaje Condillac desatiende en parte su concepción empirista y ofrece una explicación hipotética del origen del lenguaje. Los sentidos constituirían el origen de nuestros conocimientos; las impresiones obtenidas a partir de los sentidos constituyen su material, y los signos serían los instrumentos con los que actúa el espíritu humano, Condillac se coloca así al lado de Locke, y contra el cartesianismo al rechazar las construcciones abstractas de la metafísica en beneficio de un sistema, en el que el encadenamiento de los hechos se deduce a partir de la observación de la realidad. Condillac radicaliza la posición de Locke al sostener que la reflexión puede ser engendrada a partir de la sensación sin recurrir a ningún poder innato del espíritu cuyo origen no se pueda identificar por la experiencia.

En definitiva, para Condillac la unión de ideas (liaison des idées) es el comienzo de todos los procesos mentales. Condillac llega a aproximarse a la suposición según la cual el lenguaje determina nuestra percepción del mundo, nuestra imagen del mundo, por cuanto depende del carácter del pueblo, del clima, de la forma de gobierno, del entorno, etc. Condillac se propone establecer una genealogía del espíritu que parta tan solo de la experiencia, su concepción de la filosofía del lenguaje encontraría continuidad especialmente en la llamada escuela francesa de los ideólogos, y repercutiría de forma manifiesta en la tesis de la imagen del mundo y en la filosofía del lenguaje de Wilhelm von Humboldt (1777-1835), filósofo, lingüista y estadista prusiano, singularmente en “Sobre la diversidad de las estructuras lingüísticas humanas y su influencia en la evolución espiritual del género humano” (Berlín, 1836).7Condillac entendía que toda noción intelectual superior, se presentaba como un compuesto de nociones simples o ideas simples en el sentido de las representaciones lo que prevalece en todas las nociones, en general es para Condillac la noción o idea simple que ejerce el oficio de una constante o función de todas...

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