David Ricardo F. González Ruiz / La soledad del presidente

AutorDavid Ricardo F. González Ruiz

Acoger la soledad representa una virtud formidable en quien la aprovecha para la contemplación y el discernimiento. Pero hay otra soledad que transforma a las personas en islas plagadas de rencor, ingratitud y sobreestimación de las propias habilidades. En casos extremos, provoca distorsión de la realidad, al grado de que el sujeto que se ha alejado por completo de quienes antes fueron sus colaboradores, amigos e incluso familiares termina por asumir que nadie más allá de su inteligencia comprende el mundo correctamente. Este segundo tipo de soledad es una patología común entre los gobernantes.

Produce tristeza grande observar la degradación del presidente López Obrador. Hace unos días sentenció que un integrante de la comunidad judía es reproductor de los principios del nazismo y, entre líneas, sugirió que quienes se oponen a su proyecto ostentan el mismo pensamiento que Hitler, Franco, Mussolini y Stalin.

Más allá de la simplicidad intelectual y de la confusión histórica que representan este tipo de afirmaciones, preocupa que el jefe del Estado pueda ser deliberadamente antisemita y violento sin que existan consecuencias por su tremenda irresponsabilidad.

En la misma semana, acusó a la Iglesia católica de estar plegada a la oligarquía, en respuesta a la exigencia de justicia por el asesinato de dos sacerdotes jesuitas dentro de una parroquia en la Sierra Tarahumara. El presidente fue más allá y llamó hipócrita a la Compañía de Jesús tras la petición de reformular la estrategia de seguridad del gobierno federal. Textualmente dijo: "¿Por qué no actuaron con Calderón de esa manera? ¿Por qué callaron cuando se ordenaron las masacres?".

Ojalá López Obrador estuviera informado de que el padre Javier Ávila, quien pronunció el brillante discurso en donde reclama que "los abrazos ya no alcanzan para cubrir los balazos", lleva casi 15 años exigiendo verdad y justicia para las víctimas de la Masacre de Creel, perpetrada durante el gobierno de Felipe Calderón.

El jesuita Ávila, mejor conocido como padre Pato, resguardó la escena de la masacre para que no fuera alterada, ante la ausencia por horas de peritos, de servicios médicos y de la policía. A partir de entonces, todos los años ha marchado junto a los familiares de los jóvenes y bebés asesinados en 2008. Ahora incluirán seguramente en sus proclamas los nombres de los jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora.

Al presidente...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR