Cuba: la democratización pospuesta

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AutorLázaro de Jesús González
Páginas59-81
[ 59 ]
Perfiles Latinoamericanos, 25(50)
2017 | pp. 59-81
: 10.18504/pl2550-004-2017
* Maestro en Sociología por la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México. En la actualidad
cursa el Doctorado en Ciencia Social con especialidad en Sociología, en el Centro de Estudios Socio-
lógicos de El Colegio de México | ljgalv@gmail.com
Cuba: la democratización pospuesta
Lázaro de Jesús González*
Resumen
Este ensayo presenta algunas de las principales carencias democráticas de la Cuba actual. Con un
enfoque teórico-práctico, el autor pone a dialogar sus experiencias con los aportes conceptuales de
destacados científicos sociales contemporáneos. Explica el funcionamiento partidocrático, buro-
cratizado y postotalitario del “socialismo de Estado” cubano, y sus adversas consecuencias para la
ciudadanía. Por último, analiza el desarrollo de las reformas en curso y, en ese contexto, expone los
pilares fundamentales que debería incluir el proceso de democratización de la sociedad cubana.
Abstract
This essay presents some of the major Cuba’s democratic shortcomings nowadays. With a theo-
retical and practical approach, the author establishes a dialogue between his experiences and the
conceptual contributions of prominent contemporary social scientists. He explains, “particratic”,
bureaucratic and post-totalitarian performance of the Cuban’s “state socialism”, and its adverse
consequences for citizenship. Finally, he analyzes the development of the ongoing reforms and,
in this context, he exposes the fundamental pillars that the democratization of Cuban society
should include.
Palabras clave: Cuba, democracia, ciudadanía, libertades, cultura, política, tolerancia.
Keywords: Cuba, democracy, citizenship, freedoms, culture, politics, tolerance.
L. de J. González | Cuba: la democratización pospuesta
Perfiles Latinoamericanos, 25(50) | F México | pp. 59-81 | : 10.18504/pl2550-004-2017
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La democracia inconclusa, haciéndose, no
admite ni que esté “hecha” ni que esté siem-
pre “por hacer”, como una eterna promesa,
que con razón lleva a descreer al final en ella.
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Los violentos sucesos que protagonizaron decenas de cubanos en las calles
de la ciudad de Panamá el pasado 2015, me avergonzaron. Hirieron mi orgullo
patrio. Aunque conozco de trifulcas y golpizas similares puertas adentro en la
isla antillana, lamento la exportación de semejantes alardes de incivilidad ha-
cia el espacio público internacional. Los representantes cubanos1 en el Foro de la
Sociedad Civil, realizado en el contexto de la VII Cumbre de las Américas, solo
dieron muestras de la precariedad del apellido que pretenden sostener. ¿Qué
tiene de civil una sociedad que resuelve sus divergencias ideológicas por medio
de la violencia (física o verbal)? Más bien parecen hombres y mujeres sumidos
en el más genuino “estado de naturaleza” (Hobbes, 1982; Locke, 1990).
Eso de agarrarse a trompadas, gritos y empujones es denigrante. No existen
excusas válidas para enlodar el patio ajeno con ataques de intolerancia.2 Si un
invitado no es capaz de confrontar sus ideas con las del rival en términos pací-
ficos, al menos debe tener la decencia de retirarse sin causar disturbios, hasta
que aprenda el arte de disputar en condiciones de respeto mutuo. Lo curioso
es que la delegación cubana oficial sabía con gran antelación que encontraría
a opositores en dichas mesas de debate. Y pregunto: si no estaban dispuestos a
polemizar, ¿a qué fueron? Al parecer, a dar fe internacional de su incultura de-
liberativa, criticada incluso por delegados oficialistas.
No solo Colombia requiere diálogos de paz. Y a la luz de estos hechos, se
me antoja paradójico que justo Cuba sea el escenario de la negociaciones en-
tre acérrimos enemigos, hasta hace poco enfrentados armas mediante. ¿Son
más irreconciliables los conflictos entre cubanos? Sinceramente, no lo creo. A
la necesidad de que Cuba asuma un proceso de democratización dedicaremos
este ensayo.
1 Por cierto, la representación de la “sociedad civil oficial” cubana incluyó a varios diputados del Parla-
mento nacional, a la segunda jefa de la Unión de Jóvenes Comunistas y hasta un exministro, actual
asesor del presidente. Todos actores políticos del máximo nivel. ¿Había que reforzar a los comisionados
civiles? ¿No es suficiente la ya intensa politización de las organizaciones civiles oficiales, altamente su-
bordinadas a los intereses partidistas y estatales?
2 Los actos de indisciplina tuvieron patéticos ecos en los foros previos al encuentro de jefes de Estado: al
menos dos mesas de debate, “Gobernabilidad y democracia” y “Participación ciudadana”, fueron arbi-
traria y premeditadamente boicoteadas por hordas enardecidas de delegados cubanos oficialistas.

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