Convive el butoh con ritmo danzón

AutorOscar Cid de León

Practicantes de butoh exteriorizan movimientos al centro de la pista, iluminada apenas; fluye todo desde dentro, el interior. "Tu cuerpo hace la danza a partir de impulsos, emociones. Tú no eres quien la hace. Tu cuerpo es un canal", advertiría minutos después Jaime Razzo, el ejecutante principal, el de la calva; formado en este arte en Japón por el propio Kazuo Ohno.

Pero la significación de sus pasos sería asaltada de pronto cuando se enciende el escenario y se ilumina el Salón Los Ángeles. Felipe Urbán y su danzonera traen de vuelta al espectador.

Sucede entonces cierta magia. Hay incluso quien se para a bailar "Nereidas" o "Piensa en mí", compartiendo piso con los seres extraños al centro de la pista, que ahora se acomodan al ritmo del danzón.

Razzo es quien propone la convivencia de estos dos artes en el legendario salón de la Guerrero, la colonia en donde nació.

"La inspiración nunca es a modo, es un acto de convivencia", lanza el artista en conversación con REFORMA. "Busco que los que hacemos butoh no nos separemos de los que hacen danzón. No me interesa hacer una mezcla, sólo comunicarnos en un espacio común".

El intérprete, quien tituló al espectáculo Butoh de Salón, y que presenta a través de su compañía 0.618, aborda los puntos de confluencia entre las dos expresiones. "La danza se alimenta de motivos generales; los motivos particulares desaparecen muy rápido. Hablo de la danza de la gente, que pertenece al colectivo. Y en el butoh uno aprende precisamente a despersonalizarse, porque tú no eres el protagonista, no eres la persona que hace la danza".

Luego añade: "Los motivos de lo popular no son los motivos de aquellas cosas que ya están hechas, no; los motivos de lo popular se crean una y otra vez, y creo que la magia de este tipo de acciones socioculturales...

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