Contrabandistas, bucaneros y filibusteros

AutorJuan Bosch
Páginas233-259
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Poca gente se hace idea de la relación de causa a efecto que tuvieron
en el Caribe el contrabando, el bucanerismo y el filibusterismo. Pero es
el caso que tuvieron una relación estrechísima, al punto que podría-
mos decir, sin caer en exageraciones, que la sociedad bucanera y la
sociedad filibustera no hubieran existido sin la previa existencia del
contrabando.
¿Cómo sucedió esto? ¿Qué fueron en verdad la sociedad bucanera
y la filibustera, y qué papel tuvieron en su aparición las luchas de los
poderes imperiales por el dominio del Caribe?
Pero no podemos hallar las respuestas a esas preguntas sin hacer
un largo recorrido que nos llevará a puntos inesperados, porque a me-
nudo son inesperados y ocultos los caminos que toma la historia para
ir produciendo cambios. Empecemos por el contrabando.
En la historia del contrabando del Caribe podemos distinguir dos
tipos: el forzado y el libre. Se conocen datos de cómo se hacía y de
cuándo, más o menos, comenzó a hacerse el primero. El contrabando
forzado se les imponía a las autoridades y a los habitantes de la región
bajo amenaza de ataques y saqueos si no accedían a comprar lo que
llevaban los mercaderes del mar y a venderles lo que ellos querían. Los
mejores detalles sobre este tipo de contrabando pueden encontrarse
leyendo libros sobre sir John Hawkins, que usó hábilmente amenazas
y dádivas desde su primer viaje a Borburata, en abril de 1565.
Pero el contrabando que más se extendió por el Caribe fue el que
podríamos llamar libre. Éste se hacía con la participación activa –no
pasiva, como el forzado– de casi toda la población, desde dueños de
Capítulo VIII
Contrabandistas, bucaneros y filibusteros
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hatos a peones, a menudo con participación también de las autoridades
y en algunos casos contra su voluntad, sin que pudieran hacer nada
para evitarlo porque los pueblos se les sublevaban.
No sabemos cuándo comenzó el segundo tipo de contrabando. De
un memorial enviado a Felipe II por Jerónimo de Torres, escribano real
de la Yaguana –isla Española– podemos deducir que en Puerto Rico, la
Española, Cuba y Jamaica estaba ya organizado en 1577.
Los dos tipos de contrabando tuvieron su origen en la necesidad
que tenían los pueblos del Caribe de vender lo que producían y com-
prar lo que les hacía falta. España monopolizaba el comercio de Amé-
rica, pero España no disponía de medios para mantener ese monopolio
a la altura de las necesidades suyas y de sus provincias americanas.
El Caribe –como toda la América española– sólo podía comerciar
con España, y España no podía suplirlo de los artículos manufactura-
dos que necesitaba y, lo que es peor, ni siquiera podía adquirir todo lo
que el Caribe producía. Por otra parte, esa misma producción tenía que
sujetarse a las órdenes del monopolio; y así, el Caribe podía producir
únicamente ganado, tabaco, azúcar, metales, maderas y los renglones
agrícolas que él mismo consumía. No hay constancia de que en los
territorios del Caribe se tejiera un metro de tela, se hiciera un pedazo
de jabón, se fabricara una plana de albañil o un machete para las labo-
res del campo. El papel de la región, en el orden económico, era
proporcionarle a España algunos metales, pieles de res, sebo, madera,
tabaco y azúcar. Pero el Caribe necesitaba jabón, telas, vinos, aceite,
instrumentos de labranza y trabajo, y España no podía servirlos, por lo
menos en la cantidad que hacía falta.
En el año de 1545 América pasaba por una escasez tan grande de
artículos de consumo que el total de mercancías pedidas por los comer-
ciantes americanos no podía ser servido en menos de siete años. Como
debemos suponer, al Caribe le tocaba su parte proporcional en esa fal-
ta de productos. La escasez, desde luego, hacía subir los precios a ni-
veles escandalosos, y si se presentaba un buque francés, inglés, holan-
dés o portugués con mercancías a buenos precios, los habitantes de
América trataban con él. Al principio había miedo de violar las dispo-
siciones reales y entonces operó el contrabando forzado pero después
se impuso la ley de la necesidad, y los pueblos comerciaban con los

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