Consideraciones en torno al sector paraestatal (Primera parte)

AutorFrancisco Núñez Kaufmann

Debo comentar que no se puede abordar el tema del sector paraestatal -que tan inmerso se encuentra en el desarrollo jurídico, administrativo y económico del devenir cotidiano de todos los gobiernos de los estados que conforman a la República Mexicana y del Federal, incluso-, si no se tratan algunos aspectos del sector central, aunque sea someramente, pues aquel se complementa con éste, lo que nos da como resultado una cierta concatenación entre ambos rubros, los que finalmente deben tender a fraguar y conformar una sinergia que devenga en el progreso de una sociedad.(Una nota preliminar0 )

Asimismo y sólo como exordio del tema al que se pretende llegar, en esta primera parte abordaré unos cuantos conceptos propios de la Ciencia o Teoría Política, pues la Administración Pública, como noción genérica que abarca a los sectores central y paraestatal, no puede asimilarse adecuadamente sin aquellos.

De antemano me disculpo con el lector del presente ensayo, pues deliberadamente decidí obviar o dar por entendidos algunos conceptos básicos de la Teoría Política y del Derecho Administrativo, para no distraer su atención innecesariamente del tema principal que deseo exponer.

Referencias sucintas sobre la democracia y temas afines

Antes de adentrarnos en el tema de la democracia per se, es conveniente detenernos brevemente en el estudio de las formas de gobierno, para lo cual me permito traer a colación al ilustre jurista, filósofo y politólogo Norberto Bobbio:

Las tipologías clásicas de las formas de gobierno son tres: la de Aristóteles, la de Maquiavelo y la de Montesquieu. Se remonta a la Política de Aristóteles... el éxito extraordinario de la clasificación de las constituciones con base en el número de gobernantes: monarquía o gobierno de uno, aristocracia o gobierno de pocos y democracia o gobierno de muchos, con la consecuente duplicación de las formas corruptas, por lo que la monarquía degenera en tiranía, la aristocracia en oligarquía, la (que es el nombre que Aristóteles le asigna a la forma buena del gobierno de muchos) en democracia. Maquiavelo en el Príncipe las reduce a dos, monarquía y república, ubicando en el género de las repúblicas tanto a las aristocráticas como a las democráticas, con base en la consideración de que la diferencia esencial está entre el gobierno de uno solo, de una persona física, y el gobierno de una asamblea, de un cuerpo colectivo... Montesquieu regresa a una tricotomía, pero diferente de la aristotélica: monarquía, república, despotismo. Diferente en el sentido de que combina la distinción analítica de Maquiavelo con la axiológica tradicional en cuanto define el despotismo como el gobierno de uno solo pero "sin leyes ni frenos", en otras palabras como la forma degenerada de la monarquía. Además Montesquieu agrega un nuevo criterio de distinción, el criterio con base en los "principios", o sea, con base en los diferentes resortes (ressorts) que inducen a los sujetos a obedecer: el honor en las monarquías, la virtud en las repúblicas, el miedo en el despotismo.1

Así las cosas, el vocablo democracia (del latín tardío democrat?a y éste del griego ??????????) comprende dos acepciones: 1. Doctrina política según la cual la soberanía reside en el pueblo, que ejerce el poder por medio de representantes elegidos por sufragio universal; y, 2. Sistema de gobierno fundado en esta doctrina.2

Concatenado con lo precedente, a continuación me permito citar una explicación del concepto democracia del insigne pensador e investigador de la Ciencia Política Giovanni Sartori:

El término democracia aparece por primera vez en Herodoto y significa, traduciendo literalmente del griego, poder (kratos) del pueblo (demos). Pero desde el siglo III a.C. hasta el siglo XIX la ha sufrido un largo eclipse. La experiencia de las democracias antiguas fue relativamente breve y tuvo un recorrido degenerativo. Aristóteles clasificó a la democracia entre las formas malas de gobierno, y la palabra democracia se convirtió durante dos mil años en una palabra negativa, derogatoria. Durante milenios el régimen político óptimo se denominó (res publica, cosa de todos) y no democracia. Kant repite una opinión común cuando escribía, en 1795, que la democracia ; y los padres constituyentes de los Estados Unidos eran de la misma opinión. En los Federalist Papers se habla siempre de , y nunca de democracia (salvo para condenarla). Incluso la Revolución Francesa se refiere al ideal republicano, y sólo Robespierre, en 1794, utilizó en sentido elogioso, asegurando así la mala reputación de la palabra durante otro medio siglo. ¿Cómo es que de un plumazo, a partir de la mitad del siglo XIX en adelante, la palabra adquiere un nuevo auge y poco a poco adquiere un significado elogioso (sic.). La respuesta... es que la democracia de los modernos, la democracia que practicamos hoy, ya no es la de los antiguos.3

La democracia tiene la peculiaridad de que su concepción, nacimiento, configuración, desarrollo, sostenimiento y decadencia, aunque no siempre, acaecen o se suscitan con base en las decisiones y acciones de la mayoría -o al menos así debiera ser-; una mayoría determinable en cuanto a que se trata de la superioridad numérica de un grupo social específico, pero indeterminable en razón de que resultaría complejo individualizar a cada miembro que la conforma, no obstante las salvedades que pudieran presentarse en conjuntos de individuos reducidos, en los que sería relativamente fácil identificar a sus miembros. En suma, el concepto de mayoría y su praxis, es la génesis de la democracia -y en ocasiones provoca su acabamiento-.

Y es que el sistema de mayoría, en cuanto a la adopción de decisiones que afectarán al género en su totalidad, resulta muy conveniente para tal efecto -aunque no por ello falto de complejidad-, toda vez que pensar en un método político-social que nos conduzca al mismo fin, es decir, a la toma de decisiones, pero que por sí mismo sea más eficiente que el primero de los mencionados y arroje resultados óptimos si se practica, como sería el caso de la unanimidad, básicamente supone una utopía o una quimera, como se guste, en el sentido de que la unanimidad es efectiva casi únicamente, sino es que...

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