Consideraciones finales

AutorLeticia Reina Aoyama
Páginas63-64
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5. Consideraciones finales
La lucha por la tierra representa una larga continuidad en toda la
historia de los movimientos indígenas y campesinos de México. Sus
manifestaciones fueron muy diversas de acuerdo a los diferentes perio-
dos y, por supuesto, se fueron expresando de acuerdo a las coyunturas
políticas. Cuando las circunstancias no lo permitieron o el gobierno
cerró la posibilidad de negociar en este sentido, la población rural
luchó o expresó su descontento de diferentes maneras: por el control
del proceso productivo o por la vía electoral con la esperanza de ser
mejor representada en las tomas de decisión.
Un cambio radical en este largo arco temporal de poco más de
dos siglos fue la parte legal de la posesión de la tierra. En la época
colonial existía el reconocimiento de la propiedad agraria en manos
de los pueblos indígenas. El siglo xix miró el fuerte cambio en torno a
la privatización de toda la tierra mediante la elaboración del artículo
27 de la Constitución de 1857. El mismo artículo habría de recono-
cer la propiedad social de ejidos y comunidades en la Constitución
de 1917, para ser nuevamente privatizadas —estas tierras— en 1992.
A partir de las fuerzas sociales de base, el grupo hegemónico
pudo construir, en los dos últimos siglos, un Estado fuerte pero cor-
porativo, mismo que en el xx no conoció fronteras entre el gobierno
y el partido que lo sostuvo por 70 años en el poder. La modernidad
desató los amarres sociales pero conservó las viejas relaciones clien-
telares y caciquiles que lo llevaron a la crisis de finales de siglo. La
crisis generalizada permeó a todo el conjunto de la sociedad. La crisis
de la representatividad se expresó fuertemente en la crisis del par-
tido oficial (pri), el cual perdió la hegemonía a nivel nacional.
En una visión general, podemos decir que existe una larga
continuidad del movimiento indígena y campesino del siglo xix con
el del siglo xx, debido a que las motivaciones más profundas de
descontento siguieron respondiendo a viejos problemas agrarios no
resueltos. La Revolución de 1910 y su consecuente reparto de tie-
rras cambiaron la estructura agraria del país, pero el proceso fue tan
lento, tortuoso y lleno de tropiezos, que para el momento en que se
declaró el proyecto concluido, la situación del campesino ya era nue-
vamente igual: pobreza, racismo no legal pero sí moral, marginación
social y económica, exclusión de las decisiones políticas e, incluso,
nuevamente despojo de sus recursos naturales.
Continuidad
histórica
Cambios en
la tenencia
de la tierra
Estado
y clientelas
Pendientes
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