Conquista o resistencia

AutorYanireth Israde

¿Qué conmemoramos el próximo viernes 13 de agosto, cuando se cumplen 500 años de la caída de Tenochtitlan? ¿La efeméride de la conquista o cinco siglos de invasión española y de resistencia indígena?

Esta es la disyuntiva perfilada por el Gobierno de México en aras de una narración histórica que rehúsa el término "conquista" y reivindica la resistencia de los pueblos originarios y sus hazañas pretéritas.

"Queremos cuestionar la palabra 'conquista' porque, en realidad, hay 500 años de resistencia y no necesariamente 500 años de conquista; queremos ponerla a debate porque el racismo y el clasismo que se siguen viviendo en nuestra sociedad son parte de esta herencia colonial", advirtió la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, el pasado 13 de julio, durante la conferencia en la que presentó el programa conmemorativo.

Las acciones de reivindicación incluyen renombrar no solo episodios históricos, sino espacios públicos, por ejemplo la calle Puente de Alvarado, hoy México-Tenochtitlan, así como plazas y símbolos, entre ellos el otrora Árbol de la Noche Triste, hoy de la Noche Victoriosa, en una postura que algunos historiadores consideran demagógica e ideológica y otros juzgan pertinente, necesaria.

Infantilizar la historia

Desde el 20 de junio de 1519 se menciona la palabra conquista, señala el historiador Rodrigo Martínez Baracs, académico de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), en referencia al primer documento conocido escrito en México por los conquistadores españoles, fechado en la Villa Rica de la Vera Cruz.

Se trata de un Pedimento presentado por el procurador de la villa, Francisco Álvarez Chico, a nombre de sus vecinos, a los alcaldes y regidores que integraban el concejo o Cabildo de la misma.

"Ya Cortés y sus hombres tienen la certeza de que van a conquistar y a pacificar esta tierra. Todas las obras, desde entonces, así le han llamado a la conquista, o a una serie de acontecimientos que vienen con ella y que son muy complejos de analizar; de una u otra manera es la palabra que hemos heredado para llamarlos, independientemente de las ideas que tengamos sobre lo que es la conquista", pondera.

Martínez Baracs añade que la conquista no se reduce a la caída de Tenochtitlan ni al dominio español. Entraña muchos otros sucesos, entre ellos la resistencia indígena.

"Sin duda que después de la conquista hubo resistencia, no fue el movimiento más importante ni lo que más deba destacarse, pero la hubo. La cuestión es: ¿por qué sustituir una palabra, conquista, por otra que digamos es mucho más parcial?

"Tiene sin duda sus inconvenientes la palabra conquista, pero la de 'resistencia' es todavía más parcial, se refiere a una parte de la conquista, y además tiene esto de que los pobres indios resisten contra los malos españoles, esta historia de buenos y de malos es historia infantil, en la cual supuestamente podemos identificar a los buenos y a los malos; los españoles fueron malos y buenos, y los indios fueron buenos y malos por igual, de modo que no tiene mucho sentido caer en esto de renombrar la conquista", opina el integrante de la Academia Mexicana de la Historia, quien sugiere en cambio estudiarla de manera más acuciosa, con mejor documentación y sentido crítico.

"La conquista es una palabra en sí misma imperfecta si se quiere, insuficiente, pero es la que hemos heredado a lo largo de los siglos y la que usamos para referirnos a ese conjunto de acontecimientos", insiste el autor de Convivencia y utopía. El gobierno indio y español de la ciudad de Mechuacan.

Comprender este episodio histórico implica para Martínez Baracs un enfoque de larga duración que involucra el encuentro de dos mundos, como le denominó León-Portilla al proceso de 1492 que produjo una revolución económica, tecnológica, política, social, cultural, religiosa, lingüística y alimenticia, con su propia dinámica, no ligada necesariamente a los acontecimientos de 1521, explica.

"Son cambios que van mucho más allá de la llegada, la invasión, la conquista realizada por los malos españoles contra los pobres indios; eso no cambió tanto. Lo que cambió es precisamente este encuentro de dos mundos que habían permanecido aislados y que habían desarrollado diferencias enormes, por ejemplo en América, antes de la llegada de los eurosiaticoafricanos, no había ganado mayor, no había caballos, vacas, toros, burros, puercos, chivos, ovejas, nada de eso había. Imagínese qué tremendo cambio. Y cuando llegaron a América todos estos elementos de ganado mayor y de ganado menor se expandieron de manera extraordinaria en el territorio de lo que era México".

Este cambio, puntualiza, se produciría aun sin conquista, si los españoles permanecían en Cuba y en Santo Domingo con unos cuantos caballos y animales de ganado.

"Mucha de la tecnología que traían los españoles también muy probablemente hubiese sido adoptada por los pueblos mesoamericanos, aunque no los hubiesen conquistado. Conquista la hubo, cristianización también. Es un proceso muy complicado".

Para lograr un entendimiento cabal y en todas sus facetas, Martínez Baracs ha propuesto estudiarlo desde al menos tres puntos de vista: el de la muy larga duración, que se remonta al origen de la humanidad, las diferencias en el desarrollo de las civilizaciones de los distintos continentes y cómo éstas influyeron la conquista; el de la duración media, para entender los cambios generados por esa revolución que constituyó la conquista -no de días, meses o años, sino que perduraron siglos (los tres coloniales y aun en los dos siguientes mexicanos)- y la corta duración, que refiere los acontecimientos mismos de la conquista, cada vez más documentada.

"Cada vez tenemos más documentos para estudiar no solamente a Cortés y a los grandes capitanes, sino a todos los españoles que vinieron: quiénes eran, cómo eran, qué cultura, qué mundo trajeron. Estudiar también el aspecto indígena ahora se puede hacer leyendo documentos en lengua náhuatl representativos de la vida de los pueblos, para entender por qué apoyaron a Cortés contra los mexicas, por qué después de la caída de Tenochtitlan siguieron apoyando a los españoles para expandir la conquista, cuáles fueron las influencias que trajo el encuentro de dos mundos y la conquista misma y las continuidades, como el hecho de que la conquista destruyó el imperio mexica, pero mantuvo a los señoríos, reinos o altépetl, que siguieron existiendo a lo largo del período colonial", detalla.

Cambiar los nombres de calles, avenidas o plazas constituye un atentado contra los lugares de la memoria, considera Martínez Baracs.

"Generaciones y generaciones de mexicanos identificamos el árbol de la noche triste y Puente de Alvarado.

"¿Cómo vamos a recordar que cerca de este lugar fue, para los españoles, la catastrófica retirada de la que conocemos como noche triste si se le quita el nombre de Puente Alvarado y se pone otro mucho más neutro, general, de México-Tenoch-titlan? En los capitalinos y en quienes vienen a visitar la Ciudad va a perderse la memoria de que por ahí sufrieron tantas bajas los españoles y sus aliados indígenas.

"Creo que son atentados a eso que el historiador francés Pierre Nora llamó 'los lugares de la memoria', lugares que todos identificamos por una u otra razón y de esa manera fincamos acontecimientos más o menos verdaderos, más o menos míticos, pero que son...

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