Comentario breve sobre la pena de muerte
Autor | Etehel Servín Aranda |
Páginas | 185-186 |
Centro de Estudios 185
La pena de muerte como castigo a
quienes cometen o hayan cometido
crímenes o delitos, es una práctica
que se remonta a culturas milena-
rias anteriores a la era cristiana. El
castigo público al que era -y es- so-
metido el delincuente constituye
una exhibición, una afrenta, des-
precio y reprobación de la comuni-
dad ante el actuar negativo.
La lapidación, el linchamiento, la
crucifi xión, decapitación y demás
prácticas de tortura han sido con-
siderados, por muchos, como ac-
tos de deleite, entretenimiento o
diversión. Así, el mirar cómo los
leones destrozaban a los primeros
cristianos en el Coliseo de Roma,
o cómo los gladiadores tenían que
echar mano de lo que estuviera a
su alcance para tratar de sobrevivir
eran maneras de fomentar el entre-
tenimiento. Uno, desde mi punto
de vista nada grato.
Con el tiempo, en algunos lugares
se ha tratado de erradicar la pena
de muerte; mientras que en otros,
se ha refrendado, arraigado y hasta
perfeccionado. Las ejecuciones en
lugares como China, Estados Uni-
dos de América o en Medio Orien-
te son ejemplos de lo anterior; pues
las inyecciones letales, las armas de
fuego o jalar la palanca de la horca
o la silla eléctrica son medios cada
vez más efi caces y en algunos casos
llegados a considerar como “indo-
loros”. Sin embargo, dicho actuar
no es exclusivo de estos lugares o
del gobierno como agente legítimo
del uso de la fuerza; también la so-
ciedad civil acude con frecuencia a
la justicia por su propia mano. Así
tenemos el caso de los policías lin-
chados por una multitud enardeci-
da en el sur de la ciudad de México
en 2004.
De igual manera, los argumentos
que se puedan dar para justifi car
este actuar no son sufi cientes, pues-
to que en el fondo estas prácticas
sacan a relucir los instintos de irra-
cionalidad que no pueden ser repri-
midos ni controlados. Hay quienes,
incluso afi rman que demuestran un
estado de permanencia “instintiva”
que no compagina entre el dicho y
el hecho de racionalismo.
Los casos de pena de muerte de
mexicanos condenados en Esta-
dos Unidos de América son quizá
el acercamiento más directo que
se tiene al respecto. El número de
compatriotas sentenciados al pabe-
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Etehel Servín Aranda
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