Colombia en vilo

AutorEstefania Escobar

Los dos candidatos a la Presidencia llegan hoy a la segunda vuelta electoral en un empate técnico, según las últimas encuestas. Por algunas de sus propuestas y sus trayectorias polémicas, tanto Petro como Hernández provocan nerviosismo sobre el futuro del país.

De guerrillero a buscar la Presidencia

Después de más de 40 años de trayectoria política, Gustavo Petro culmina hoy su tercer intento para llegar a la Presidencia de Colombia y convertirse en el primer Mandatario de izquierda del país.

Llegó a la contienda como el favorito en las encuestas, con más del 40 por ciento de intención de voto, pero eso no le bastó para ganar en primera vuelta, por lo que tendrá que medirse en las urnas con el independiente Rodolfo Hernández.

"Me llamo Gustavo Petro y quiero ser su Presidente", ha dicho el economista cada vez que se ha presentado ante las multitudes en los últimos meses. Repite su nombre una y otra vez, pese a ser una de las figuras más conocidas del país.

Es el ex guerrillero que más lejos ha llegado en la política tras el desarme del M-19. Fungió como congresista, senador, diplomático y Alcalde de Bogotá, el segundo puesto de más relevancia en la nación.

Aunque es oriundo de Ciénega de Oro, en el departamento caribeño de Córdoba, creció y vivió gran parte de su vida en Zipaquirá, una ciudad ubicada a unos 50 kilómetros de Bogotá, donde fue personero y después concejal.

En casa es un hombre reservado, según asegura su hija Sofía, pero su capacidad de oratoria es su principal fortaleza en público: ha cautivado a miles y llenado plazas enteras durante sus discursos. Su padre, de mismo nombre, recuerda que desde muy pequeño ha sido inteligente y hábil para entender el mundo.

"Tiene una facilidad para leer y captar las cosas, para el análisis, es un analítico extraordinario, y un matemático puro", le platica a una periodista de la Revista Semana.

Como senador, fue reconocido por destapar, entre otras cosas, los vínculos de los paramilitares y políticos con los llamados falsos positivos, los asesinatos extrajudiciales por parte del Ejército.

Nunca llegó a tocar las armas, pero su pasado como guerrillero del M-19 es lo que más resquemor genera para muchos en la actualidad, en un país marcado por el conflicto armado.

La guerrilla urbana, que nació tras las polémicas elecciones del 19 de abril de 1974, y a la que se unieron varios intelectuales de la época, llegó a su vida cuando comenzaba a liderar algunas manifestaciones anticorrupción en la capital.

Se hacía llamar "Comandante Aureliano", en honor al personaje de Aureliano Buendía, de Cien años de soledad, del escritor colombiano Gabriel García Márquez, y sus funciones eran más bien orales: movilizaba a través de la palabra. Trataba de posponer lo más que pudiera las operaciones armadas en busca de vías de diálogo.

El intento de la toma del Palacio de Justicia por parte del M-19 en 1985, que terminó avasallado por el Ejército y con casi un centenar de fallecidos, ocurrió cuando él ya estaba en la cárcel, donde estaba siendo torturado, cuenta en su autobiografía "Una vida, muchas vidas".

Tras salir de prisión, negoció la desmovilización de esa guerrilla, un proceso que culminó en los 90. Después, se lanzó de lleno a la política.

"Su trayectoria es una trayectoria que hay que reconocer: se desmovilizó del M-19 hace más de 30 años y los motivos de la creación del M-19 no todo el mundo los entiende, pero son absolutamente comprensibles en la política, y a partir de ahí ha sido una persona que ha trabajado desde la política", dice a REFORMA Ita María, integrante de la colectiva feminista Las Viejas Verdes.

A partir de entonces, le llegaron las primeras amenazas de muerte, que después se volvieron una constante. Tuvo que exiliarse en el extranjero, siendo enviado como diplomático a Bélgica durante dos años.

Hoy, en medio de la violencia armada que sigue lastrando a Colombia, y como un candidato que promueve un cambio de raíz en el país, se mueve a todos lados con un fuerte dispositivo policial, lo que lo ha llevado incluso a vivir entre ventanas blindadas, señala su esposa Verónica Alcocer, en una entrevista con El País.

Alcocer y Petro concibieron a Sofía y Antonella. Ella tiene otro hijo, Nicolás, mientras el político tiene tres más: el primogénito, Nicolás, con su primera pareja Katia Burgos, y Andrés y Andrea, con su segunda pareja, y quienes están actualmente exiliados por cuestiones de seguridad.

Los analistas señalan...

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