Estos cleriquillos con sus penillas y sus nadas. Expresiones anticlericales en la villa de Colima de la Nueva España (siglo XVI)

AutorJosé Miguel Romero de Solís
Páginas135-150
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DE DINERO Y SANTIDAD, LA MITAD DE LA MITAD. REFRANERO ESPAÑOL
Dos mundos y dos tareas muy diferentes entre sí tuvo la Iglesia novo-
hispana en el siglo XVI: en primera instancia, conservar y avivar la fe
de los españoles venidos a su conquista o a poblar una venturosa tierra
nueva; en segundo lugar y con respecto a los naturales, convertirles
al Evangelio y, como dijera el cronista franciscano fray Antonio Tello,
quien residiera en la villa de Colima, “amansar aquellos dragones fero-
ces, que vivían en la región tenebrosa de la ydolatría y habitaban entre
arcabucales, grutas y cuevas adorando al demonio”.1
Ambas tareas, inmensas y complejas, tropezaron desde un principio
con dificultades abrumadoras. A diferencia de lo que acontecía en la
*Nacido en Sevilla, España (1942), estudió teología, historia de la Iglesia y archivística en
Roma (Unive rsidad Gregoriana y Archivo Secreto Vaticano, 196 3-1967, 1977-1980); es doctor
en ciencias sociales (El Colegio de Michoacán, 2000). Desde 1983 es profesor-investigador de la
Universidad de Colima (CUIS). Fundador, director e investigador titular del Archivo Histórico del
Municipio de Colima (199 3). Miembro d el Sistema Nac ional de Inves tigadores. Privilegia dos
líneas de investigación: la Iglesia en México y la historia regional. Entre sus publicaciones: Breve
historia de Colima, México, Fondo de Cultura Económica y El Colegio de México, 1994; Anda-
riegos y pobladores. Nueva España y Nueva Galicia. Siglo XVI, Zamora, El Colegio de Michoacán,
Universidad de Colima, Archivo Histórico del Municipio de Colima, CONACULTA-FONCA, 2001; El
aguijón del Espíritu. Historia contemporánea de la Iglesia en México, 1892-1992, México, IMDOSOC,
El Colegio de Michoacán, Universidad de Colima y Archivo Histórico del Municipio de Colima,
2006, 2ª ed.
1Fray Antonio Tello, Crónica miscelánea de la Sancta Provincia de Xalisco. Libro segundo,
Volumen I. Gua dalajara, Gobierno del Estado de Jalisco, Universidad de Guadalajara, Instituto
Jalisciense de Antropología e Historia/INAH, 1968, p. 60.
José Miguel Romero de Solís*
“Estos cleriquillos con sus penillas y sus nadas”.
Expresiones anticlericales en la villa de Colima
de la Nueva España (siglo XVI)
José Miguel Romero de Solís
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metrópoli, la pastoral en el nuevo mundo era, al mismo tiempo, evan-
gelización y culto pero también, y de modo inmediato, represión de las
antiguas creencias y forja de nuevas comunidades. Además, en Nueva
España como en el resto de las Américas, el siglo XVI tuvo un evidente
signo urbanizador: se erigieron innumerables poblaciones de nueva tra-
za que recogían un vecindario de procedencias geográficas distintas.
Muchos de aquellos conquistadores y pobladores habían dejado
allende el mar esposas y familias, y mientras lograban hacerlas venir
tras ellos, contrajeron vínculos más o menos inestables con las mujeres
de la tierra, surgiendo los primeros mestizos. Otros, llegados solteros,
tuvieron que esperar largo tiempo hasta conseguir una mujer de su raza
para establecer casa y vecindad.
La generación de los conquistadores tuvo entre sí, al menos, una
identidad: habían compartido la guerra y la aventura juntos, no obstan-
te sus filiaciones clientelares y políticas con los diversos capitanes bajo
los que habían participado en la conquista. Pero, entre los pobladores,
aquellos que vinieron después de la conquista, cuando no tenían re-
laciones de parentela previa o la coincidencia de un solar común, sus
vínculos con los primer llegados eran nulos: debían tejerse, construir-
se. Así pues, en un mismo espacio –ciudades y villas– se congregaron
para hacer ayuntamiento, es decir, vida común, compartiendo respon-
sabilidades, riesgos, afanes, tierras, minas, indios. Entre todos debían
edificar su espacio urbano, conjuntar identidades y vecindad.
La misión de la Iglesia, en este campo, fue ingente y tal propósito
era en buena medida inédito para los pastores que lo llevarían adelan-
te. Si difícil y ardua era esta tarea, la que debía encarar la Iglesia con
respecto a los naturales no era menos compleja.
Se tenía ante los ojos un mundo desconocido en costumbres, ritua-
les, lenguas. Eran pueblos derrotados por la fuerza de las armas y, por
ende, dolidos en el ánimo de tal modo que pocos motivos de existir
habían quedado en pie después de la conquista, en tanto que debían
ser mano de obra indispensable para roturar campos, abrir caminos,
horadar minas, tributar puntualmente. Y aunque fueran esclavos mu-
chos de ellos, eran asimismo seres humanos que clamaban también por
su cuidado espiritual. La actitud ante esta nueva realidad, de tantas

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