Ciudad de la Nostalgia/ Buena muerte

AutorAlberto Barranco Chavarría

Vacilante, aturdida, trémula, la sombra vencida arranca apenas suspiros al repique del mango del acero ensangrentado con el portón. Se diría que el escándalo, al espanto de la medianoche, se escondió todo en el pecho del anciano, acelerando el jadeo y sembrando gotas heladas en las sienes. Se diría que la calle de la Espalda de San Camilo observa un nuevo desafío: la muerte...o el chillido de las bisagras.

Y al fin, desgarrado el último jirón de fuerza del cuerpo en pena, la voz sonó como repique: ¡Ave-María-Purísima! Y aunque la prisa atropelló el "Sin-pecado-concebida", el mensaje logró al fin atravesar las viejas maderas: -Buena muerte...aquí...aquí mismo.

Dicen que el padre Camilo, pese al largo rito de la sotana, la capa y el sombrero negro acanalado, todos ellos signados con la cruz roja de la orden de religiosos de la buena muerte, alcanzó aún el último hálito del herido, antes de ofrecerle la absolución in extremis.

Dicen que el agresor, tras un penoso peregrinar de cuatro calles a lo profundo del barrio de San Pablo, se encerró en su miserable cuartucho para abrazar, con su hija mancillada, la cruz de la desgracia.

Dicen que fue asistente del gen eralísimo José María Morelos y Pavón. Dicen que era el único capaz de calzarle las botas. Dicen que lo bajó ileso del albo caballo herido en el asalto de Cuautla. Dicen que la muchacha de negros ojos moros y piel apiñonada se llamaba Dulcenombre Llanes. Dicen que el amante furtivo era casado. Dicen que el viejo ex soldado lo buscó durante cuatro noches...

Dicen.

Lo cierto es que la sabia conseja bautizó a la calle de la Espalda de San Camilo, a cuya vera se ubicaba la puerta falsa del convento de la orden fundada por San Camilo de Celis, como de la Buena Muerte.

La arteria, que sería hoy la quinta de San Jerónimo, desembocaba a la plaza de San Pablo, a cuyo oriente se asentaba la legendaria iglesia de San Pablo el viejo, en tanto hacia el sur se levantaba la impresionante plaza de toros de San Pablo, donde se realizará un frustrado intento del que sería el primer vuelo en globo aerostático sobre el cielo de la metrópoli de la Nueva España.

Pero esa es otra historia.

En su "Historia Antigua de México", José Fernando Ramírez sostiene, apoyado un Chimalpain -acaso el más conocido de los historiadores indígenas-, que en la futura plaza dedicada al santo de Tarso se posó el águila sobre un nopal para devorar una serpiente y signar el principio de la tierra prometida al sacerdote Tenoch, guía en...

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