Ciudad de la Nostalgia/ Peñón de los Baños

AutorPor Alberto Barranco Chavarría

"Lo van a jusilar", secretaba a su compañera, en la complicidad de su roído rebozo, la pescadora de mosco que hacía vereda, madrugada tras madrugada, de la Candelaria de los Patos al Lago de Texcoco. Y aunque los 25 militares de impecable azul marino, botonadura de plata, fusil y bolsa de campaña colgados al hombro no maldecían, empujaban o golpeaban al anciano, el paso fatigado, penoso, titubeante, adivinaba el Gólgota...

...por más que la cuidadosa valla, el capote de lona, la abultada bufanda y los guantes de piel hablaran a gritos de distinción.

Lo cierto es que una hora después, agotada la pequeña cima, la tropa se desplegaba en un amplio cuadrado de seis por seis, al cobijo de una grotesca ruina y al resguardo de una capilla barroca del siglo XVIII, ausente de santos en los deslavados nichos. Y, sable en mano, las órdenes se desgranaban en ecos por la falda de piedras porosas y jegüites:

-Aaaaatención.

Y si el primer golpe de clarín bajaba la pesada lona, al segundo surgía, mágica, una gran cobija, que al tercero se desplegaba, al cuarto se volvía "casita"...y al quinto, bajo el marco de un enérgico ¡Media-vuelta ya!, se cerraba el operativo.

Y tres días en la prisión de Santiago Tlatelolco al que osara intentar el reojo, Don Manuel Romero Rubio, el Ministro de Gobernación, el padre de la señora esposa del Presidente de la República, el suegro de Porfirio Díaz, le apostaba, cubierto apenas con ropa interior de manga y pierna larga, al milagro de las aguas termales del lejano Peñón de los Baños, nombreseadeDios.

El hecho es que tres meses después del rito puntual al oscuro de cada miércoles, el padre de la primera dama había vencido a la dolorosa reuma biliar que le impedía el erguido.

Y como su talante no permitía convocar a la tropa a una descarga al cielo, y como no había santo a quien colgarle el ex voto, el ex jefe del partido lerdista decidió apoyar la construcción de un caserío a media legua del peñón bendito, originalmente colonia El Peñón, luego Romero Rubio.

Frente a la prominencia de Tepetzingo, erguida en pequeña isla en la desolación infinita del Lago de Texcoco, libraría Hernán Cortés su primer combate naval contra los aztecas o mexicas: 13 bergantines contra cientos de canoas; cañones contra lanzas; armaduras contra escudos de piel de ocelote.

"Y la primera cosa que hizo en entrando en la laguna -narra puntual, Bernal Díaz del Castillo, en su 'Historia verdadera de la conquista de la Nueva España'-, fue combatir a un...

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