Cicerón: la voz juiciosa del Imperio Romano

AutorAle, Pedro Salvador
Páginas65-78

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COMISIÓN DE DERECHOS HUMANOS DEL ESTADO DE MÉXICO

ica La historia se ha construido con la lucha por preservar los derechos humanos para una amplia toma de conciencia colectiva. En este pasaje Marco Tulio Cicerón marca la diferencia que existe entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad, aseverando los valores que deben ponerse en práctica en la realidad: la moderación, la nobleza y una ética política. El ser humano que “sabe” tiene mayores posibilidades de defenderse ante los abusos, basado en el ejercicio de la virtud.

La noción capital que nos aporta Marco Tulio Cicerón, es que a partir de la presencia del ciudadano en la historia, es decir, los acontecimientos cotidianos, se produce en el devenir de los tiempos una doble posibilidad: la de estar dentro o estar fuera de los derechos individuales y colectivos.

Esta posibilidad crea una conciencia distinta en cuanto calibra la importancia de pertenecer a una democracia más justa y abierta a las distintas corrientes del pensamiento o permanecer al margen de la clara universalidad que demanda un mayor rigor humanista.

Quedarse fuera del círculo evolutivo signif‌icaría: hombre, sólo eres un hombre. Por lo tanto trabaja, sufre y muere. Incluso se te prohíbe comunicarte con tus semejantes. La multiplicidad y la confusión contemporánea, de esta manera, serán los símbolos de tu impotencia.

Sin embargo, a través de Marco Tulio Cicerón quizá podemos comprender mejor al hombre y su mentalidad, si nos arriesgamos por caminos no transitados hasta ahora: la comprensión del “otro” por medio del diálogo inteligente.

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Marco Tulio Cicerón (106-43 a. C.)

Destacó desde muy joven como orador y como abogado, iniciando una brillante carrera política que le llevó al consulado, combatiendo y aplastando la famosa conjuración de Catalina. Cuando estalla la guerra civil entre César y Pompeyo, se decide no sin vacilaciones, por el último. Al ser vencido éste en Farsalia, Cicerón combate contra la dictadura de César, primero y la de Marco Antonio después, siendo perseguido y asesinado por los soldados de éste.

Marco Tulio Cicerón poseyó un gran temperamento como hombre público y como intelectual. Como hombre público fue un espíritu honrado, amigo de la justicia y de la libertad, pero demasiado vanidoso y vehemente. Como pensador fue uno de los escritores más cultos de su tiempo. El mismo dualismo de su carácter está en su obra: Como hombre público tiene todos sus discursos, modelos en la historia de la elocuencia, ya de carácter jurídico, como Pro Roscio (defensa de un actor llamado así), Pro Archia (en el que demuestra que este gran poeta, sólo por serlo, tenía derecho a la ciudadanía), etc.; ya de carácter político, como las famosas Catilinarias, oraciones pronunciadas cuando se produjo la conjuración ya citada; Las Verrinas (contra Verres, propretor de Sicilia) y las Filípicas, en las que usando el título de Demóstenes, arremetió contra la dictadura de Marco Antonio. Como f‌ilósofo marco Tulio Cicerón es un buen defensor del deber moral y es, más bien, un idealista religioso que combate el epicureísmo y cree en la inmortalidad del alma. Obras: De la naturaleza de los dioses, De la vejez, De la Amistad.

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Cicerón, sin duda le tocó vivir una época de esplendor del Imperio Romano, era respetado como pensador, como orador y como escritor, sin embargo, sus ideas políticas al tomar partido hicieron que le costara la vida, esos riesgos todavía existen por más de dos mil años ¿cuál cree que debe ser la ética del intelectual contemporáneo?

Creo que en Roma había entre los pensadores discusiones apasionadas acerca de la vocación y ustedes por desgracia la han perdido, ya ni siquiera se acusan de haberla traicionado. La obligación del intelectual es decir la verdad, alegar por lo justo, defender los valores universales sin preocuparse por las consecuencias de sus propósitos y de sus actos. Es sin remedio, ser un maestro moral. Mi crítica es que los que piensan, en los combates dudosos, es decir en la mayor parte de los combates políticos, buscan lo preferible. El intelectual se esfuerza por comprender los argumentos de unos y otros y no duda en tomar partido, sin abandonarse a la ilusión de que en cada caso él encarna los valores eternos.

Ya desde entonces con mi actitud sabía que uno debe asumir una ética de la convicción, con la ética de la responsabilidad. Existen en todas las democracias intelectuales que obedecen sólo a la ética de la convicción. A veces, incluso, su rebeldía moral contra la política de su país los hace a medias ciegos: no ven más que las faltas de su país y se niegan a ver las del país adversario.

¿Qué podemos exigir, en las circunstancias actuales, con base a mi experiencia, a los ciudadanos intelectuales que creen obedecer a su convicción y a sus obligaciones de ciudadanos? Yo les pediría en principio la modestia. Por más extraordinarios que sean sus méritos, un funcionario, un juez, un abogado, no detentan por ese sólo hecho, una superioridad evidente cuando los problemas planteados conciernen a la gestión del país.

La segunda demanda que pediría a mis colegas intelectuales es la de la coherencia y la claridad moral para consigo mismos y los otros. Quien se ha suscrito a una ética de la responsabilidad debe juzgar las iniciativas de su gobierno en función de los objetivos precisos y los medios que se exigen para alcanzarlos. Si el objetivo se reconoce como legítimo, queda por juzgar si los medios empleados son moralmente aceptables, y los menos costosos en perjuicio de los seres humanos.

Quien se adhiere sólo a una ética de la convicción rechazará esta dialéctica de la estrategia. Pero debe evitar caer en la trampa en que cayeron tantos intelectuales gloriosos: en rebeldía contra las injusticias de su sociedad, terminaron por no ver las torpezas, mucho peores, del régimen opuesto.

El último llamado que yo haría a mis colegas es a la moderación. La nobleza y la fragilidad de la democracia consisten en que tolera en el interior de sí misma las opiniones de sus enemigos. Criticándola, los intelectuales corren el riesgo

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de debilitar su gobierno. Ese es un riesgo que las democracias no dudan en asumir porque tienen fe en la fuerza última de los regímenes de libertad. Por los cuestionamientos que formulan sus representantes legítimos, los ciudadanos dan testimonio de su fuerza. También, y por medio de la moderación y de su sentido de la unidad nacional, dan testimonio de su sabiduría22.

Cicerón, usted parece aseverar que la ética es algo personal y ello nos lleva a una postura que es radical, individualista, le recuerdo que el ciudadano no vive en una isla y el yo no existe sin el nosotros.

Lo que af‌irmo es que el sujeto de la ética es personal, me entiende, o sea que son las personas las que realizan acciones morales e inmorales, no las sociedades. Como es obvio, la ética es una actitud personal dirigida a valorar y afrontar nuestros deberes sociales. Para darle un ejemplo más cercano a su experiencia, Robinson Crusoe no necesita la ética para nada hasta que no se encuentra con Viernes 23 . El yo no existe sin el nosotros, como usted lo señala, pero nadie es moral por otro, es decir sólo el yo es el sujeto de actos morales, sin esconderse en ningún nosotros, esto también es coherencia, con respecto a la responsabilidad que uno debe tener con sus acciones.

Por ello, los dirigentes de un pueblo deben conocer básicamente lo que es una ética-política…

Con Polibio, en el siglo II a. C, se toma en cuenta el crecimiento expansivo de Roma y la formación de una ecúmene dirigida...

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