Centenario de un ilustre retratista sonoro

AutorSamuel Maynez Champion

Jiménez Mabarak vio la luz en el barrio de Tacuba de la Ciudad de México, dentro de un hogar formado por el inspector ferroviario Antonio Jiménez Rojo y la escritora veracruzana Magda Mabarak.(1) En cuanto al costado materno, como apunta el apellido, el vocablo árabe -que se traduce como bendito- fue castellanizado del original Mubarak por el abuelo, un inmigrante libanes afincado en México a finales del XIX. Así pues, Carlos creció en un ambiente dominado por el amor a la cultura que le transmitió su madre y por el pragmatismo que trató de inculcarle su padre. Lamentablemente, la influencia paterna fue muy breve puesto que la muerte del progenitor avino cuando el futuro artista era todavía un infante. De esa prematura orfandad se desprendería, por azares vinculados a la necesidad, el cosmopolitismo de nuestro ínclito compatriota, ya que su madre sola tuvo que sacar a la familia adelante, optando por ingresar al cuerpo diplomático.

El primer traslado ocurrió en 1922 y tuvo como destino Quetzaltenango, en Guatemala. Ahí, Carlos aprendió a amar a los pájaros y a esa naturaleza pródiga que tanto refinaría su sensibilidad infantil. Asimismo, en el Instituto Minerva de la citada ciudad recibió las primeras lecciones de piano en manos del distinguido compositor y etnomusicólogo Jesús Castillo.(2) En esta fructífera relación maestro/alumno se incubaría el interés de Carlos por la música autóctona y por los misterios de la creación musical. La estadía en el país vecino contaría también con una residencia en la capital guatemalteca.

Vino después, ya en plena adolescencia, una nueva designación consular para su madre, esta vez en Santiago de Chile. Como se volvería habitual, los esfuerzos maternos no tendrían límites a fin de proporcionarle a su vastago la mejor educación posible, sin importar costos ni sacrificios. A su vez, Carlos respondería con la dedicación propia de un estudiante ejemplar, consciente del empeño que va implícito en la excelencia. Un impecable examen de admisión le abrió las puertas del prestigioso Liceo de Aplicación de Santiago, escuela de abolengo fundada en 1890, donde sólo tienen cabida los alumnos mejor dotados del país sudamericano.

Finalizada la estadía en Chile se sucedió el traslado materno a Bélgica, lugar donde Carlos completaría su educación formal, haciendo un viraje de las humanidades que lo atrapaban, hacia la carrera de ingeniería técnica en radio y telefonía. Sobra decir que los estudios de música correrían a la...

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