Celina, la del Barrio Esperanza

AutorMaría Luisa Medellín

Cuando Celina llegó a ofrecer su ayuda al Cerro de la Campana, Petra, una de las vecinas, le cuestionó: "¿Y a ti quién te patrocina?".

Como los demás, estaba harta de promesas de políticos que sólo los utilizaban para ganar votos y luego los abandonaban.

Celina Fernández Vizcaíno no se molestó. Al contrario, la pregunta le pareció muy válida.

Ella realizaba un estudio sociológico en esa colonia del sur de la Ciudad, por parte del Distrito Tec, y les aseguró que deseaba quedarse a trabajar un poco más en la comunidad.

Aún incrédulas, Xóchitl y Norma, madres de familia, se animaron a exponerle la urgencia de limpiar un espacio frente al kínder, en el que la gente arrojaba las bolsas de basura porque el camión recolector no podía subir a la parte más alta del cerro.

Desgraciadamente, el sitio se convirtió en un muladar que acumulaba grandes cantidades de desechos, ratas, cucarachas, muebles viejos y hasta animales muertos.

Tres o cuatro administraciones se comprometieron a eliminarlo, pero el foco de infección seguía ahí, poniendo en riesgo la salud de los niños del kínder y de las familias alrededor.

"Yo les dije que con su ayuda y la de gente que conozco, que podía echarnos la mano, lograríamos solucionarlo, y así fue", cuenta satisfecha Celina, bajita, de voz suave y apariencia frágil, que contrasta con su capacidad de liderazgo.

Las acciones comenzaron a mediados del 2015. Por gestiones con el Municipio de Monterrey, se retiraron los desechos que ya bloqueaban un acceso por el que subían y bajaban los vecinos.

Con los donativos reunidos, los jóvenes transformaron el basurero en una placita, colocaron botes para la basura y construyeron unas coloridas escaleras con peldaños de un lado, y resbaladero del otro.

Los padres de familia también ayudaron a plantar árboles y poner maceteros en la cima del cerro, donde acondicionaron un parque "de bolsillo", con bancas y algunos juegos infantiles.

"Todos estaban muy contentos porque los niños ya tenían un lugar dónde jugar", comparte esta socióloga de 47 años, con maestría en Economía Política por la Universidad de Florida.

"Por esos días, Norma y Xóchitl me invitaron a desayunar. Hicieron tortillas de harina, los frijolitos recién hechos. Sacaron una mesita. Teníamos la vista increíble de la Ciudad desde las alturas y, entonces, dije: ¿Qué onda, chavas? ¿Por qué tanto servicio?", bromea Celina y suelta la carcajada.

La propuesta vino enseguida: querían que se asociara con ellas y las orientara para...

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