Cartografía de la intimidad

AutorSergio Benvenuto

Cada era estética tiene sus clichés, modas pasajeras y extravagancias, pero no puedo evitar preguntarme por qué, en estos tiempos dominados por el conflicto mundial entre los poderes judeocristianos y el Islam radical, y por el unilateralismo estadounidense, tantos directores de cine, hombres y mujeres, dan tanta importancia a las escenas de retrete. Me he sentido especialmente sorprendido en años recientes por las muchas películas con escenas donde se muestra a mujeres haciendo pipí. En las películas europeas con ambiciones artísticas o existenciales, una escena que muestre a una mujer orinando se ha convertido, prácticamente, en un prerrequisito, un poco como los indios que atacan una diligencia en las películas clásicas del Oeste o la preparación y lanzamiento de cocteles Molotov en las películas de protesta de fines de los 60.

Las escenas de retrete están bastante estandarizadas: la dama, por lo general delante de otra persona con la que mantiene una relación más o menos íntima, se sienta en el retrete, oímos cómo orina, agarra una o dos hojas de papel de baño, se limpia y por último tira de la cadena. Todo esto sucede en tiempo real y por lo general sin ninguna conexión creíble con el argumento de la película.

Las escenas de hombres haciendo pipí en las películas ha sido aceptable desde hace algún tiempo, y resultan menos eróticas y menos obscenas que el acto femenino. La cima se alcanzó con Il Piccolo Diavolo (1988), donde Roberto Benigni es un pequeño demonio vivaracho con un candor angelical que se ha introducido entre los seres humanos. En una escena que recuerda a Rabelais, el demonio Benigni imita a los hombres meando, pero su chorro sale a borbotones como si se tratara de una manguera, inundando todo a su alrededor. Un hombre que orina en el cine connota el orgullo masculino, la insolencia y la arrogancia, una declaración al mundo de su superioridad agresiva o sarcástica. Mi impresión, por otra parte, es que el acto de orinar de las mujeres en el cine connota una (inconfesable) inferioridad de las mujeres: "¡somos criaturas obligadas a orinar así!", es lo que estas no demasiado positivas heroínas del cine posfeminista parecen decir. Quizá la inclusión del placer cinematográfico de estas escenas se debe de tomar como una señal de los tiempos en los que vivimos, como parte del alma de nuestra época. Aunque la pregunta en verdad es: ¿cuáles son los tiempos en los que vivimos? ¿Se inclina la estética de principios del siglo 21 por el realismo, o incluso el hiperrealismo? Estas escenas de evacuación podrían, de hecho, apreciarse como accesorios para dar algo de sabor de lo real, un poco como la pintura flamenca y holandesa de género del siglo 17, que prestaba tanta atención a los detalles humildes, a esa naturaleza de "criaturas" sin vergüenza, a los ambientes domésticos que huelen a sopa preparándose en la cocina, a grasa y respiración humana. Sin embargo, realismo es un término...

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