Capítulo III

AutorLorenzo de Zavala
Páginas47-59
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a proposición de don Francisco Lombardo fue aprobada y
se expidió en abril de 1824 ese decreto atroz, que, como
todos los de su clase, deberían proscribirse del diccionario,
de la legislación y del idioma político. El general Bravo, acer-
cándose a Guadalajara, entró en relaciones y convenios con
los jefes disidentes, y, después de haber celebrado una solem -
ne capitulación, por la que Bravo debería ocupar la ciudad con
sus tropas y Bustamante y Quintanar deberían quedar libres
de toda responsabilidad, ambos generales fueron desterrados a
las costas y otros jefes subalternos castigados con otras penas
menores. Don Eduardo García y el coronel Rosemberg, que no
quisieron deponer las armas y se sostuvieron con constancia
en la ciudad de Tepic, fueron hechos prisioneros y pasados
por las armas inmediatamente.
De esta manera, se destruyeron las esperanzas de los itur -
bidistas en la República y desaparecieron también los pretextos
para continuar el proyecto de crear el supremo director. El triun -
fo del general Bravo hubiera sido glorioso y puro si no hubie se
faltado a la capitulación hecha con Quintanar y Bustamante,
quienes pudieron haberse resistido y puesto la República en
convulsión, si hubiesen tenido más constancia en llevar adelante
CAPÍTULO III
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