Capítulo II

AutorLorenzo de Zavala
Páginas29-46
1José María Lobato (¿?-1829). Militar. Participó en la guerra de Indepen-
dencia. En 1821 se adhirió al Plan de Ayala. En 1824 participó en la revo -
lución del Plan de Casa Mata y en enero de ese año proclamó el Plan de
Lobato para destituir a Mariano Michelena y Miguel Domínguez como
suplentes del Supremo Poder Ejecutivo.
2José Mariano de Michelena (1772-1852). Político. Fue miembro suplente
del Supremo Poder Ejecutivo de 1823 a 1824. De 1824 a 1825, fue primer
ministro plenipotenciario de México en el Reino Unido. Fue delegado en
el Congreso de Panamá de 1826.
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uando el Congreso se ocupaba en las bases de una acta
constitutiva que organizase cuanto antes los estados nue-
vamente salidos de la revolución, y que sin ninguna regla para
gobernarse ni entenderse entre sí y con el gobierno general pre-
sentaban la imagen del caos, las tropas existentes en la capital,
abandonadas a sí mismas, en medio de la relajación de todos
los resortes de la administración, estimuladas por algunos jefes,
se dispusieron a formar una conspiración cuyo objeto era pedir
al Congreso una ley para que se separase a todos los españoles
de los empleos. El jefe ostensible de esta conspiración era el bri -
gadier don José María Lobato;1pero este individuo acusó des-
pués como motores principales a don Mariano Michelena2y a
CAPÍTULO II
C
don Antonio López de Santa Anna. Es muy difícil saber la
verdad. Michelena ocupaba entonces una plaza en el Poder Eje-
cutivo como suplente, y don Pedro Celestino Negrete, aunque
español, ocupaba otra como propietario. Don Francisco Arri-
llaga, igualmente español, era secretario de Hacienda. Acusó a
Michelena la voz pública de haber querido separar a estos indi -
viduos para ocupar una de sus plazas. Lo que es cierto, y me cons -
ta, es que había una sociedad secreta que dirigía Michelena y
que de este conciliábulo salían varias resoluciones que influían
en las cosas públicas. El suceso de Lobato comenzó el 23 de ene -
ro de 1824 por la noche, en el cuartel de los Gallos y en el
convento de Belén, en la ciudad de México. Los principales re-
presentantes de esta sedición fueron Lobato, el teniente coronel
Stávoli, los oficiales Barberis y un capitán Melgarejo. A la voz
de las tropas que ocupaban aquellos cuarteles, toda la guarni-
ción de la capital acudió en masa, y las plazas guarnecidas por
los soldados quedaron desiertas. Las cárceles, la Casa de Mo-
neda, el Palacio, todo fue abandonado. Los miembros del Poder
Ejecutivo, viéndose sin ningún individuo a quien comunicar sus
órdenes, tuvieron que refugiarse al edificio del Congreso para
estar con alguna seguridad. La capital estaba en la mayor con-
fusión, porque sin haberse disparado un tiro ni empeñado un
combate amenazaba una conflagración general; sólo un cuerpo
mandado por don Félix Merino, el 79 de infantería, compuesto
cuando más de doscientos hombres, rehusó tomar parte en la
rebelión. Este fue el único que podía oponerse a más de dos
mil hombres que formaron esta trama.
No pudiendo obrar el Ejecutivo, el Congreso, en sesión per-
manente, se ocupaba en apagar la sedición. Se hacían alterna-
tivamente promesas y amenazas a los rebeldes; el general Santa
Anna, que corría desde un punto al otro, ofreció al Congreso
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AL B O R E S D E L A R E P Ú B L I C A

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