Bicentenario de Dickens El fin de la inocencia

AutorAgustín Cadena

"Hans Andersen durmió en esta habitación durante cinco semanas, que a la familia le parecieron eras". Sobre el espejo de una recámara, Charlespuso una tarjeta con esta inscripción. El famoso escritor danés Hans Christian Andersen acababa de despedirse de la familia, en cuya casa de Gad's Hill había pasado sus vacaciones. Los dos creadores se habrían caído bien al conocerse, pero la poca fluidez de Andersen para expresarse en inglés determinó graves malentendidos y una general dificultad social. Sin embargo, gracias al interés de Andersen y en la medida en que el escaso entusiasmo de Dickens lo permitió, la amistad entre ellos se mantuvo.

Los dos se hallaban trabajando para que un nuevo arquetipo franqueara el umbral de la realidad humana: el héroe niño. Sólo que mientras Andersen infantilizaba problemas universales para reflexionar sobre ellos junto con los niños, Dickens les descubría los claroscuros de la vida adulta. Acaso no era éste su público ideal, como en el caso del danés, pero tenía que llegar a los niños. Por un lado, lo apremiaba la necesidad comercial de mantenerse como un escritor familiar cuyas novelas no fueran para leerse en silencio y a escondidas, a la luz de una vela avergonzada, sino en voz alta y a toda la familia, incluyendo niños y sirvientes. Este interés en la familia como público, además de explicar el carácter dramático -y fácilmente dramatizable- de muchas escenas en sus primeras obras, determinó las grandes aportaciones de Dickens a la narración oblicua, en la que ni siquiera un futuro maestro como Henry James lograría superarlo.

Por el otro lado, Dickens, que había sobrevivido a una infancia traumática, mostró a lo largo de su vida una necesidad constante de revivir aquellas experiencias que lo habían despojado de su inocencia. Era una manera de recuperarla: sentir que el sufrimiento de los inocentes sirve para algo.

Aun en aquellas de sus obras que tratan de problemas adultos, como Historia de dos ciudades, La pequeña Dorrit o Grandes esperanzas, Dickens seduce a la imaginación infantil, le habla en su lenguaje. También aquí se ve que no es tanto un novelista preocupado por los problemas del realismo, como un mitógrafo. Y la potencia iluminadora del mito suele correr paralela con un aparente ocultamiento de la realidad mundana. Dickens fue creador de mitos infantiles perdurables acerca de la vida adulta. No sólo inauguró la institución moderna de las fiestas navideñas, sino también el heroísmo juvenil...

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