Beccaria en nuestra América

AutorSergio García Ramírez
Páginas657-680

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Resumen:

En este artículo el Dr. Sergio García Ramírez aborda las diversas maneras en que el pensamiento y la obra Cesare Beccaria inluyeron en la evolución política y jurídica en "nuestra América", aludiendo al famoso ensayo de José Martí. García Ramírez, profundo conocedor de la obra beccariana, escribe acerca de cómo el pensamiento del célebre penalista italiano "se abrió camino" en el nacimiento de las repúblicas americanas con sus esbo-

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zos constitucionales y declaraciones de independencia basadas en las exigencias de justicia, legalidad, igualdad y humanidad.

Abstract:

In this paper Ph. D. Sergio García Ramírez adresses the diferent ways fin which the thinking n and work of Cesare Beccaria had inluence on the political and legal evolution that took place fin "our America", as the famous essay of José Martí used to say. García Ramírez, well-versed fin Beccaria’s work, writes about how the thin kinf the celebrated Italian criminal lawyer "made its way" fin the early American republics with their constitutional isrt drafts and declaration of Independence base don the demands of justice, legality, equality and humanity.

Palabras clave:

Cesare Beccaria, América, Ilustración, justicia, penalidad, sistema penal.

Key words:

Cesare Beccaria, America, the Age of Englishtenment, justice, penality, criminal system.

Miraré mi tema con los americanos, de lo que José Martí llamó "nuestra América":1territorio, población y cultura que se extienden entre el río Bravo la Patagonia. Es la América desplegada en el escudo de mi Universidad, la Nacional Autónoma de México, con la estampa y el lema que estableció el rector José Vasconcelos.2

También aquí se recibió la buena nueva beccariana. Arribó cautelosa -como la primera edición de Liorna-, con los vientos de la Ilustración y la Revolución. Desembarcó sorteando baluartes, mejor dispuestos para disuadir la cultura para que para detener a los piratas. Y se abrió camino en la formación de repúblicas inciertas, acostumbradas al cadalso y al tormento.

Un antiguo maestro de la Universidad de México -Raúl Carrancá y Trujillo, discípulo de Jiménez de Asúa y autor del primer tratado de Derecho penal moderno en Iberoamérica,3según la modernidad de su tiempo- me atrajo a las andanzas del marqués, que ya para ese entonces llevaba un siglo y medio entre nosotros. Me hice del librito en la traducción que vio la luz en Puebla, elaborada por un devoto beccariano: Constancio Bernaldo de Quirós, español transterrado.4

Así llamaba José Gaos, ex rector de la Universidad Central de Madrid, a los migrantes republicanos.5

Don Constancio agregó a su traducción un estudio fervoroso.6

Conservo ese libro con las notas que alojaron mis hallazgos. Andando el tiempo conté con un ejemplar de la edición príncipe, que horrorizó a los Facchinei que se le opusieron,7e irritó al índice

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que le proscribió.8 A la edición facsimilar preparada por el Fondo de Cultura Económica agregué un estudio sobre el autor, su obra y su circunstancia -como recomienda Ortega en la meditación del Quijote-.9

En un publicación de 2014 milita al lado de John Howard, el country gentleman inglés metido a insigne penitenciarista.10

He ahí dos insólitos personajes antípodas en el temperamento y el comportamiento, pero coincidente el destino. Poseyeron -Resume Elías Neyman- "el mismo empeño de abrir paso a las razones del futuro".11

Uno, aristócrata, se formó en el coloquio de los iracundos que hacen la revolución sin prescindir de la tertulia; colega de Pedro Verri, alterado por el espectáculo de la tortura, y de Alejandro Verri, prottetore dei carcerati, ombudsman de los presos en espera de la horca. Beccaria concluyó su rebelión en el mezzo giorno de su existencia, la hora marcada en la Cogiorno de su existencia, la hora marcada en la Comedia para otras correrías. Había alcanzado su cenit enarbolando una doble bandera: la piedad y la razón.

El otro personaje, con su covenant sobre el pecho,12consumó un recorrido de 40 000 millas en Europa.13

Caminante sin reposo -la continua estancia en un lugar "abate mi espíritu", advertía-,14visitó y denunció prisiones y lazaretos, de Portugal a Crimea.

El high sherif de Bedforshire que polemiza con monarcas -José II de Austria-15y arriesga el encierro en La astilla, admiró la obra de Beccaria. Lo llamó el "bondadoso marqués" y lo citó d sobre la prevención de los delitos, el rigor de las cárceles de los deudores sometidos de prisión.16

Dei delitti e delle pene -sostiene Bandinter- igura en la "pléyade de las obras esenciales", a lado de El espíritu de las leyes, El contrato social, ¿Qué es el Tercer Estado? El capital.17 Sin duda, ha sido una guía puntual para viajeros de la justicia. Es la encarnación literaria de Jano. Mira hacia el pasado y observa hacia el provenir, que es nuestro presente y acaso nuestro futuro.

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En su tiempo clareaba la revolución en las ideas y las prácticas de la justicia penal. En los Cahiers de doléances para los Estados Generales18luyeron las quejas contra el sistema penal de absolutismo. Ortolan reiere que los cuadernos de los tres órdenes "pedían unánimes (la) reforma de las leyes penales e indicaban las bases: la revolución social y política vino a operarla y a abrir la era del nuevo Derecho penal moderno".19

Esas quejas discurrieron en nuestra América en documentos de otro género pero con estirpe semejante: apremios insurgentes, planes y proyectos, esbozos constitucionales, declaraciones de independencia, en los que las reclamaciones políticas aprecian junto a las exigencias de justicia: legalidad, igualdad, humanidad.

En esa circunstancia europea se informó el modelo del Estado de Derecho, dice Ferrajoli: "En los siglos XVII y XVIII el Derecho penal constituyó el terreno en el que principalmente fue delineándose el modelo del Estado de Derecho".20 La idea del Estado de Derecho cruza –con otras expresiones- la obra de Beccaria, en oposición al estado de arbitrario, subraya Mario Pisani al invocar las relexiones de Mondolfo.21

Sebastián Soler señala: "Las obras de Motesquieu y de Rosseau cambiaron la constitución de los Estados; la de César Beccaria dio una nueva concepción de la actividad represiva".22

El siglo XVIII proclama "una necesidad general: la de destruirlo todo -escribe Ortolan-. Poco importa lo que haya de sustituirlo: abajo lo existente será el grito y la misión" de ese siglo.23 Las propuestas de Beccaria se convertirán en ley,24 y ésta en vida.

Es en el ámbito penal donde mejor se miran los pasos adelante y pueden temerse los pasos atrás. Ahí, Leviatán entra en la más dramática contienda con el ser humano, cada quien bajo sus pendones. Y en la circunstancia americana hizo su propio trayecto la justicia penal; nuestro continente se caracterizaba por la penalidad, no por la justicia. El opúsculo de Beccaria ha recibido numerosas traducciones al español, lisas y llanas o provistas de extensos comentarios. Es un clásico a la mano.

En cambio, la obra de Howard fue vertida al castellano en 2003,25aunque el autor y sus ideas fueran conocidos y elogiados a través de alusiones y citas fragmentarias.

De los delitos y de las penas -a veces titulado como "tratado"-26inició el itinerario de los Apeninos a los Andes, merced a Juan Antonio de Las Casas -Madrid, 1774-. Esta edición, inicialmente anónima, incluyó las adiciones a la primera y adoptó la reordenación propuesta por Morellet.27

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Agregárnosle otras traducciones:28una anónima, madrileña, de 1820; otra, de Juan Rivera, de 1821; una más, igualmente madrileña -cuyo editor irma "C. Y."-, de 1822;29otra de semejantes características, de 1851; una de Pascual Vincent, de 1879; otra, de Buenos Aires, de 1945; y las de Bernaldo de Quirós, que ya mencioné, Santiago Sentís Melendo y Marino Ayerra Redín30y, finalmente, "al amparo de una efímera fase de apertura política" -dice Luis Arroyo Zapatero-31Francisco Tomás y Valiente, de 1974. Agreguemos, por supuesto, la edición preparada por el apreciado maestro Perfecto Andrés Ibáñez.32

Beccaria recogió elogios y sufragios de sus lectores en idioma español, que secundaron los que iniciaran Voltaire, Diderot y D’Alembert. Sus méritos han dominado el paisaje y favorecido la adopción paulatina de sus propuestas. Fue premonitorio el epígrafe que Beccaria tomó de Bacon para el pórtico de su opúsculo:33los frutos llegan después de la siembra y la maduración. Así debía ocurrir, tratándose de una obra llamada a producir un "entusiasmo ardiente" y una "oposición violenta".34

La obra de Beccaria es producto de una circunstancia europea, que de alguna manera sería también americana, con las variantes que imponen el tiempo y el espacio. Pensemos en círculos concéntricos que se desenvuelven en un proceso de creación continua. Primero, el estado que guardaban la libertad y la tiranía, resumido en la rotunda fórmula de Rousseau: "El hombre ha nacido libre, y sin embargo, vive dondequiera encadenado".35

La justicia penal era el eslabón más poderoso de esa cadena.

Luego un segundo círculo, excitado por aquél: una nueva insurgencia pretendía atar las manos del poderoso y desanudar las del desvalido: quería demoler, en cada litigio, una Bastilla. Después, la circunstancia precipitante, que pone en marcha un proceso a partir de un suceso: el caso Calas, en 1762, que irguió a Voltaire, y los de Sirven y el caballero de La Barre, después de Beccaria.36

"El edificio del viejo derecho penal ardía lentamente -diría Von Liszt- [...] cuando un motivo externo sopló sobre él, levantando llamas".37

Algo semejante se podría decir de nuestra América. Despertaba de su sueño, en muchas repúblicas en ciernes, cada una con sus patíbulos, sus picotas, sus inquisiciones, sus cárceles perpetuas, como las que lanqueaban la gran plaza de Santo Domingo en el corazón de México. Agréguese la heterogeneidad de las sociedades americanas, donde coexistían -porque no...

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