La batalla por el PAN

AutorErnesto Núñez

Al término del debate entre candidatos a la dirigencia nacional del PAN, el pasado 30 de julio, Ricardo Anaya platicaba informalmente en el vestíbulo de la sede nacional panista. Lucía relajado entre periodistas y miembros de su equipo, mientras hacía un balance del encuentro.

-Javier quería salir a achicarme, a tratarme como niño, como al "joven Anaya"; no se esperaba que yo lo atacara desde la primera intervención -decía sonriente, regodeándose en el éxito de su estrategia.

-No se vio en la tele, pero los que estábamos adentro sí vimos cómo Javier hasta se sacó de balance -explicaba, a unos pasos de Anaya, el diputado Fernando Rodríguez Doval, miembro de la planilla con la que el queretano busca conquistar la dirigencia panista.

-No se la esperaba, y ese factor sorpresa fue clave para ganar -resumía el ex calderonista Javier Lozano, pugilista del blanquiazul con el que Anaya practicó rounds de sombra en la semana previa al debate.

Santiago Creel, Juan Pablo Adame y otros anayistas celebraban haber cumplido lo que, según ellos, fue sólo un trámite, la penúltima de las aduanas antes de que Anaya sea electo presidente de Acción Nacional.

Diatriba y descalificación

Una hora antes, al inicio del debate, el joven Anaya soltó el primero de muchos golpes que le preparó al chihuahuense: "hoy vamos a contrastar dos proyectos: uno de regeneración, que represento, y un proyecto violento. Violento porque, Javier, rebelión viene de bellum, que significa guerra, guerra entre nosotros mismos. Corral quiere la guerra hacia adentro".

Tal como lo ensayó durante los días previos, Anaya endurecía el rostro al buscar la zona blanda de Corral y, después de golpear, regresaba sonriente a su esquina.

Sonrió luego de comparar a Corral con Andrés Manuel López Obrador, cuando le dijo que sólo faltaría que tome Paseo de la Reforma después de perder la elección interna y cuando sacó las fotografías del senador tomado de la mano del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas en una protesta y platicando cara a cara con el dictador cubano Fidel Castro.

Congeló la sonrisa cuando Corral le echó en cara ser un peón de Gustavo Madero y el consorcio de gobernadores que le palomeó su planilla en Casa Puebla; cuando le recordó que fue secretario general y dirigente interino por órdenes de esa camarilla; cuando le hizo ver que fue parte de la dirigencia responsable del fracaso electoral del pasado 7 de junio y cuando le achacó un vergonzoso contubernio con Enrique Peña Nieto y su gobierno corrupto.

"Se le han hinchado las manos de aplaudirle a Peña Nieto, flanqueándolo en actos oficiales", dijo Corral.

Y Anaya sonreía. Fiel a sus ensayos, combinaba líneas de su "decálogo de regeneración" del PAN con los golpes que le preparó al senador, a quien le recordó sus tres diputaciones plurinominales y sus dos senadurías de mayoría, sus agrias críticas al presidente panista Felipe Calderón y sus votos en contra de las propuestas legislativas del PAN, como la reforma energética.

Sonrió, incluso, cuando Corral contraatacó. El chihuahuense recordó un audio en el que Anaya habla en clave con el veracruzano Miguel Ángel Yunes sobre unos "apoyos" que necesitaba...

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