Son bares mecenas literarios

AutorOscar Cid de León

Hay quienes entienden al bar como un auspiciador de la literatura, no como agente de inspiración, que en eso ya ha encontrado una vertiente natural, sino eso: auspiciador. Es decir que de su caja salen los fondos para imprimir literatura.

"Si tú tienes conciencia social, debes caerte con un poquito", diría Antonio Calera-Grobet.

Antonio, junto con su hermano Adrián, es propietario de La Bota, una falsa hostería, más bien taberna, ubicada en San Jerónimo 40, en el Centro Histórico, de la que emana no sólo la editorial Mantarraya, sino proyectos culturales que han llevado más allá de su propio establecimiento: desde exposiciones hasta ferias de libro y festivales de poesía.

Dentro de esa suerte de "mecenas editoriales" también pueden enumerarse espacios como el Bar Milán, del que surge Ediciones El Milagro, especializada en teatro, y el Marrakech Salón, a través de Mafia Rosa, sello enfocado a la publicación de literatura gay. Además, están la pulquería Los Insurgentes, que, aunque no está ligada a una editorial, ha participado en diversas coediciones, y bares como el Allende Red y Los Canallas, los cuales auspician con publicidad la revista literaria Los Bastardos de la Uva.

El editor de esta publicación, Ricardo Lugo-Viñas, recuerda: "El alcohol y la literatura se coquetean. La condición del lector y la condición del bebedor, creemos, es muy parecida".

¿Pero qué lleva a los bares a hacer de la fiesta un auspiciador literario?

"Yo no veo división entre la vida nocturna y la cultura", señala Calera-Grobet, escritor y ensayista: "Hay que ser absolutamente modernos, decía Rimbaud. Y tenía que ver con empatar tu vida escritural con tu vida biológica, de calle. Los restaurantes convencionales, las tabernas, por más que internen ser de vanguardia, no necesariamente se preocupan por la cultura, pero para mí, aunque parezca una cosa aventada, es algo muy natural".

La Bota nació en la planta baja de Casa Vecina, en Regina, centro cultural que los dotó de actividades hasta que su propia programación acabó por rebasarlos y se cambiaron a San Jerónimo, donde volvieron a ser superados y ahora programan incluso en la calle. La Bota se ha hecho de un sitio en el Centro, haciendo partícipes a quienes viven en la zona. Mantarraya, por ejemplo, con un catálogo mayor a los 30 títulos, ha publicado hasta a los vecinos.

Gabriel Pascal, escenógrafo que opera el Milán, señala que es necesario hacerse de vías de financiamiento: "Éste es un País en donde casi no...

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