Ayotzinapa un año después

AutorErnesto Núñez

Texto y fotos: Ernesto Núñez

TIXTLA, GUERRERO.- Esta escuela lleva un año sin clases. La aulas lucen vacías; los pizarrones, tachonados con garabatos ilegibles. Algunas bancas tienen un 43 pintado en los respaldos. Los alumnos y maestros van todos los días, pero no hay clases.

Éstas se reanudarán hasta que regresen los 43 que fueron desaparecidos entre el 26 y el 27 de septiembre de 2014. O antes, si la comunidad estudiantil llega a un acuerdo.

Mientras tanto, profesores y alumnos tendrán que establecer acuerdos para que las generaciones salientes puedan graduarse, como lo hizo la clase 2014-2015, que se recibió en julio pasado con Elena Poniatowska y Juan Villoro como padrinos de honor.

Los 140 alumnos que hay por grado seguirán yendo todos los días, como lo han hecho en los últimos 12 meses. Participarán en talleres de lectura, en las acciones políticas que definan la sociedad de alumnos y el comité de lucha, y en las labores agrícolas que complementan su formación como maestros rurales.

Pero no tendrán clases.

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En todos los rincones de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, hay huellas de las diversas luchas que ha vivido Ayotzinapa, plasmadas en murales y graffiti: huelgas, paros, intervenciones del Ejército y la muerte de Alexis y Gabriel, dos

estudiantes asesinados por fuerzas policiales en la Autopista del Sol, en diciembre de 2011. Entre todos esos episodios, hoy sobresale la desaparición de 43 alumnos, en septiembre de 2014.

A los murales con escenas de policías reprimiendo estudiantes y campesinos, con gobernantes caricaturizados, o con los ideólogos de la Revolución, se han sumado los rostros y nombres de los ocho estudiantes muertos y los 43 desaparecidos aquella noche en Iguala.

En la cancha de basquetbol, hay 43 pupitres acomodados como si estuvieran dentro de un salón de clases, con las fotografías de los estudiantes ausentes. Hay velas, un crucifijo, imágenes de la virgen de Guadalupe, flores y frutas. Pareciera una ofrenda de muertos, pero en realidad es una instalación que propaga una consigna que se repite, como si fuera un mantra, en todos lo rincones de la escuela: "vivos se los llevaron, vivos los queremos".

Es paradójico, la ausencia de los 43 parece llenar de vitalidad una escuela que podría pasar por una hacienda abandonada, cuyo modelo educativo está en vías de extinción... o de aniquilamiento. Abel Barrera, director del Centro de Derechos Humanos Tlachinollan, explica que Ayotzinapa es un sobreviviente a la política educativa del neoliberalismo, un modelo incómodo para los gobiernos de las últimas décadas, por su activismo, su conciencia de clase y su posición contestataria.

Una piedra en el zapato de la que querían deshacerse los últimos gobiernos, locales y federales, que, contradictoriamente, hoy está más viva que nunca.

"Querían aniquilarla, pero el ataque a los normalistas en Iguala ha aglutinado nuevamente a esta comunidad estudiantil, a sus padres y a los guerrerenses en general. Y ha desatado muestras de solidaridad en todo el mundo", dice Barrera.

Su opinión es validada por la perseverancia de los cientos de visitantes que, en el último año, han marchado hasta Ayotzinapa hasta convertirla en la meca del...

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