Atrapados en la juventud

AutorCatalina Gayá

"La juventud es la edad privilegiada del siglo 17; la infancia, del siglo 19 y la adolescencia, del 20". La sentencia es del sociólogo Phillippe Ariés. Un ciclo de la vida y 100 años en los que la sociedad se prepara y da oportunidad para que nazcan actitudes y acciones legitimadas como propias para cada edad y cada género. Cuántas veces no ha oído frases como: "Un joven tiene que ser rebelde", "a cierta edad hay que sentar cabeza". La sociedad otorga y espera.

Los ciclos parecen naturales. Tras la infancia, la adolescencia. Tras la adolescencia, la juventud. Tras la juventud, la edad adulta. El transcurrir natural de la vida para muchos, y miedo y resistencia para otros. Sobre todo la transición de la juventud a la vida adulta: el gran dilema.

La Organización Mundial del Trabajo estipula edades y expone aquello que hace que un hombre o una mujer dejen de ser jóvenes y sean considerados como adultos. La edad crucial: 29 años. Las transiciones: la entrada al mercado laboral, la creación de una familia y la emancipación del hogar materno o paterno. La edad adulta, según la Encuesta Nacional de la Juventud 2000, implica estabilidad emocional y laboral, responsabilidad social y familiar y autonomía e independencia económica. Sobre el papel parece fácil, pero en la realidad los requisitos se entremezclan.

Ariés vaticinaba en el libro El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen una época de hombres jóvenes. Dicen los sociólogos que la sociedad actual está muy lejos de ésta y que el abanico de realidades es amplio y hasta caótico: jóvenes de entre 24 y 29 años -edad estipulada como juventud, según la Organización Mundial de la Salud (OMS)- que entraron al mercado laboral, reciben ingresos, pero siguen viviendo con sus padres. O adultos -a partir de esa frontera de la treintena- que son autónomos, tienen estabilidad laboral, económica y están emancipados, pero siguen viviendo con las normas y actitudes propias de la juventud: rebeldía, huida de los compromisos y repulsión ante la idea de estabilidad o familia.

Hijos de Familia

José, de 29 años; Andrea, de 36; Margarita, de 29, y Tania, de 30, viven en casa de sus padres. Los cuatro afirman que las razones por las que no se han emancipado no son la falta de empleo ni de vivienda, sino que es más "cómodo" residir en el hogar familiar. Antonio es la otra cara de la moneda. Algunos de sus lemas: vivir la vida, vivir sin comprometerse, vivir solo. Casi un decálogo.

La juventud como una etapa...

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