En asfalto, no saben jugar

AutorCésar Vargas

Jueves 11 de noviembre de 1999, 10:00 horas, Estadio Universitario. Víctor Manuel Vucetich, entonces entrenador de los Tigres, manda llamar a todo su plantel al vestidor, ¿el motivo?, repetirles una noticia que ya corre por todo el país: César Andrade, un joven jugador del Atlas, sufrió en Guadalajara un accidente automovilístico que acabará con su incipiente y prometedora carrera.

Era el resultado de una combinación del alcohol, la desvelada y la velocidad, por lo que Vucetich aprovecha para hacer un llamado de conciencia en sus jugadores, diciéndoles: "Es lamentable lo que sucedió, pero también es tiempo de recapacitar, de que se den cuenta de que les puede pasar a alguno de ustedes".

Esa fue una noticia que conmovió a todo el país y estremeció a todo el futbol mexicano, pero en los 14 meses siguientes a ese accidente le han sucedido otros, convirtiéndose en una ola trágica donde algunos otros jugadores del futbol mexicano han frenado su carrera, o hasta han perdido la vida, a consecuencia de esa peligrosa combinación que forman la juventud, el dinero, la imprudencia y la velocidad.

El caso más reciente sucedió apenas el pasado lunes 29 de enero, cuando el argentino Pablo Hernán Gómez, jugador del Pachuca, perdió la vida junto con su esposa, y sus dos hijos se salvaron de milagro, en un accidente automovilístico, al tomar una curva a exceso de velocidad. Es difícil explicarse cómo el atacante tuzo tomó una decisión así con su familia a bordo.

Todo no deja más que un reguero de pistas en torno a una pregunta: ¿Por qué?

Sobre ruedas no driblan igual

....Una muerte prematura y la condición de futbolistas profesionales unen las cortas líneas de la vida de Pedro Peñaloza y Pablo Hernán Gómez.

Las mismas que en algún momento parecen tomar orígenes diferentes, pues uno proviene de la clase alta mexicana, el otro de los estratos más humildes de Argentina. La muerte en un accidente automovilístico no tiene estatus socioeconómico, no, tiene otros puntos qué ver.

Peñaloza, de 20 años de edad y jugador de Pumas, había terminado la Preparatoria, Pablo Hernán, de 23 años, apenas si acabó la Secundaria, aunque algunos dicen que sólo llegó hasta la Primaria.

Pero sobre las palmas de sus manos hay otro punto coincidente: la adrenalina que produce la velocidad y la omnipotencia de traer un auto último modelo, con lo mejor de la tecnología, cuya combinación termina por demostrar la fragilidad de la condición humana y, a veces, la inexperiencia de aquellos...

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