Donde la arena es oro

AutorPatricia Miranda

Enviada

DUBAI, Emiratos Árabes Unidos.- La arena luce como si recién alguien la hubiera arado con un rastrillo, entre las dunas se asoman algunos arbustos -más bien ralitos-, y el sol amenaza con irse pronto a descansar.

Así de llana es la escenografía que presenta la Reserva Natural del Desierto de Dubai y que tanto atrae a los viajeros justo porque contrasta con la cara más icónica de la insaciable Dubai

Conforme el vehículo avanza desierto adentro, se atesoran las postales que regala la llamada "Manhattan de Arabia". Rimbombantes resorts, islas tatuadas en el mar, fastuosos centros comerciales y hasta la silueta del Burj Khalifa, que -con sus 828 metros de altura- sigue siendo el rascacielos más alto del mundo, ceden protagonismo a un paisaje menos ostentoso y más onírico.

El sol pinta color tangerina el ondulante terreno: el safari inicia. A bordo de camionetas 4 x 4 que van en caravana, los pasajeros experimentan la que hoy por hoy es una de las actividades más demandas en este emirato. Con cinturón de seguridad ajustado y cámara en temblorosa mano tratan de capturar la voluptuosidad de la primera duna que hay para "montar".

Despacio, el vehículo asciende hasta quedar casi en una posición vertical. Al alcanzar la cima, la camioneta se bambolea. El experimentado conductor, de origen keniano, sube el volumen de la radio, al tiempo que mete a fondo el acelerador y grita: "pendiente a la vista... disfruten, 'hakuna-matata', no hay problema".

Hay gritos por la adrenalina hasta entonces contenida y sensación de tener un hueco en el estómago. Los derrapones hacen las veces de colofón y prólogo entre una duna y otra. El espectáculo alcanza el cenit cuando la camioneta que va enfrente se pierde para inmediatamente aparecer y recordar que lo maravilloso de esta aventura es surcar las doradas olas de fina arena.

Se hace un alto en el camino. De pronto, los viajeros se descubren en un campamento que se ha montado al más puro estilo de los beduinos, primeros habitantes de estas tierras.

Hombres ataviados con sus impecables kanduras de algodón blanco guían un romántico paseo a lomo de los llamados "barcos del desierto": los camellos. Hay quienes observan a los halcones que muestran las suertes aprendidas en la cetrería. A otros los asombra la puesta...

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