Aquella noche

AutorHeberto Castillo
Páginas103-107
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Mi celda está desnuda como las demás. En ella sólo queda mi indig-
nación y mi pesar. Y una tabla que soportaba mis libros. Escribo sin
anteojos, sobre las rodillas, con un repuesto de bolígrafo, ante una
vela y en una hoja de papel conseguidas no sé dónde.
Todo parece una pesadilla vivida en uno de esos países que casi
ya no hay, donde el respeto a la vida y a los derechos del hombre
no más no existen.
La agresión sucedió el primer día del Año Nuevo, por la noche.
El pretexto empleado por las autoridades del penal no pudo ser
más burdo: lanzaron una obvia provocación, aprovechando el esta-
do de tensión nerviosa natural en los 87 compañeros que tenían ya
21 días en huelga de hambre, detuvieron arbitrariamente a nues-
tros familiares que salían de la visita, hasta lograr que las mujeres y
los niños comenzaran a llorar y a gritar. Algunos compañeros salieron,
pese a su debilidad, hasta la puertecita de la crujía M exigiendo ver
al director del penal. Por su angustia no escucharon nuestros rue-
gos que advertían la provocación y pedían calma, pues las autorida-
des tenían como rehenes a nuestras familias. Algunos lograron salir
Aquella noche

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