Anulación del elogio

AutorEdgar González Ruiz

Habiendo un misionero cristiano reunido a los jefes de una tribu de indios de Norteamérica, les predicó un sermón donde les explicó principios de su religión, como el pecado original, la caída de Adán y Eva luego de haber comido la manzana, la venida de Jesucristo para reparar el mal, sus milagros y su pasión, etcétera. Cuando el misionero hubo concluido, un orador indio se levantó para darle las gracias. "Todo lo que acabáis de manifestarnos", le dijo, "está muy bien; en efecto, es malo comer manzanas, y es mucho mejor hacer de ellas sidra. Os quedamos muy agradecidos por haber venido desde tan lejos a enseñarnos lo que habéis aprendido de vuestra madre y en recompensa os diré algunas de las cosas que nos han enseñado las nuestras".

Relató, entonces, que en otros tiempos, dos cazadores se encontraron con una hermosa y joven mujer que descendió de las nubes y que, en recompensa por haberle convidado de la carne de un gamo que habían cazado, les enseñó el arte de la agricultura y quedaron atónitos al encontrar plantas que jamás habían visto, pero cuya altura, conservada así desde aquel tiempo, les fue por siempre del mayor provecho. Indignado, el buen misionero exclamó: "Yo os he enseñado verdades sagradas, y todo lo que acabáis de contarme no es sino fábula, ficción y mentira". El indio le respondió que si ellos habían tenido a bien escuchar amablemente los cuentos del cristianismo, él podría hacer lo mismo cuando ellos contaran sus cuentos.

La parábola anterior, que resumo de uno de los escritos de Benjamin Franklin, ilustra un aspecto importante del debate en torno a la censura y a la libertad de expresión. Si haciendo a un lado cualquier supuesto de infalibilidad estamos dispuestos a conceder el beneficio de la duda a quienes no piensan como nosotros, a quienes han aprendido otros cuentos y asimilado otros prejuicios, estaremos dispuestos también a reconocer su derecho a expresarse y no sólo eso, sino a escucharlos, a criticar sus puntos de vista, a debatir con ellos, participando así en una investigación colectiva que puede o no llevar a consensos, pero que siempre arrojará luz sobre las fortalezas y debilidades de las diferentes creencias y formas de pensar, sobre las diversas concepciones acerca de la verdad, el bien, la felicidad, la moral y la justicia.

Expresar un punto de vista o exhibir una obra, cualquiera que sea, no implica imponer nada a nadie, pues a fin de cuentas somos libres de acceder o no a esa información, de estar o no de acuerdo con ella, de criticarla o elogiarla. Por el contrario, quien censura impone prohibiciones al resto de la sociedad, la obligación de no expresar tal o cual cosa, de no acceder a determinada información...

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