Los años de las balas y de los dólares

AutorJuan Bosch
Páginas707-733
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Capítulo XXV
Los años de las balas y de los dólares
Cuando a Cuba le llegó la hora de escoger presidente de la República,
el pueblo se dividió entre dos candidatos, y los dos pertenecían al sec-
tor de los terratenientes orientales que habían iniciado la guerra de
independencia en 1868. Uno de ellos, el general Bartolomé Masó, reti-
ró su candidatura antes de las elecciones porque la junta Central de
Escrutinio, que era algo así como el tribunal supremo electoral, estaba
compuesto por partidarios de su oponente, don Tomás Estrada Palma.
En cuanto a Estrada Palma, no había vuelto a Cuba, de donde había
salido hacía 25 años; fue elegido en ausencia y retornó al país sólo un
mes antes de tomar posesión de su cargo. El 20 de mayo a mediodía el
gobernador general Leonard Wood le hizo transmisión de su poder de
mando sobre la isla. Había nacido la República de Cuba.
Desde que comenzó a gobernar, Estrada Palma se inclinó a hacerlo
con los hombres más conservadores del país, cosa lógica si se toma en
cuenta su origen social. En 1905, cuando había que elegir a su sucesor,
fue candidato a la reelección y ganó las elecciones mediante una serie
de fraudes escandalosos. En agosto de 1966, sus adversarios, que se
habían agrupado en un partido llamado liberal, iniciaron un movi-
miento revolucionario que se extendió rápidamente a todo el país. El
día 8 de septiembre, el gobierno pidió al presidente Roosevelt, a través
del cónsul de Norteamérica en La Habana, que enviara barcos de
guerra, uno a Cienfuegos y otro a La Habana; el día 12 pidió la inter-
vención militar. Roosevelt mandó a Cuba a su secretario de guerra,
William H. Taft. El día 22 había en el puerto de La Habana siete buques
de guerra de Estados Unidos. El día 26, después de haberles solicitado
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la renuncia a todos los miembros del Gabinete, Estrada Palma renunció
a la presidencia de la República, de manera que el país quedó sin nin-
gún funcionario ejecutivo, y como el Congreso estaba compuesto por
partidarios de Estrada Palma, no se eligió presidente y Cuba se quedó
sin gobierno. El día 29, Taft se proclamó gobernador del país y la Ga-
ceta Oficial de ese día publicó su proclama en inglés y en español. La
enmienda Platt no era letra muerta.
Cuba estuvo gobernada por autoridades norteamericanas hasta el
28 de enero de 1909, fecha en que el poder fue traspasado al general
José Miguel Gómez, que había sido elegido presidente de la República
el 14 de noviembre del año anterior. A principios de ese mismo mes de
noviembre había sido elegido presidente de Estados Unidos William H.
Taft. Taft tomó posesión de su cargo en marzo de 1909 y nombró secre-
tario de Estado a Philander C. Knox, de quien dijo el embajador inglés
en Washington que hasta el momento en que fue nombrado para ese
cargo “no se había ocupado de nada, ni conocía nada, ni había pensado
nunca nada sobre política extranjera”. Puede ser que el diplomático
británico dijera la verdad, pero Knox era abogado de una firma que
tenía minas de oro en Nicaragua, y sin duda estaba enterado de algunas
de las cosas que sucedían en Nicaragua.
Ese país del Caribe seguía gobernado por el general José Santos Ze-
laya, que llevaba ya unos 16 años en el poder, y hay pruebas abundantes
de que Zelaya era un gobernante difícil de manejar. Había comenzado
recuperando la Mosquitia y cada vez que podía se atravesaba en el ca-
mino de los intereses y del gobierno de Norteamérica. A principios del
siglo había estado a punto de llegar a un acuerdo con el gobierno de
Roosevelt para que el canal pasara por Nicaragua, pero a base de arren-
damiento del derecho de ruta –tres kilómetros a cada lado del canal–,
no de cesión de soberanía; en 1905 había obtenido que Inglaterra reco-
nociera de manera definitiva la soberanía de Nicaragua en la costa de
Mosquitia, y se cree, aunque no han aparecido las pruebas definitivas,
que llegó a proponerles a Alemania y al Japón la apertura de un canal
por Nicaragua, bajo la soberanía nicaragüense, cuando ya Estados Uni-
dos llevaba algunos años trabajando en la construcción del de Panamá.
Probablemente todo eso tenía poca importancia para el secretario
Knox. Lo que él sabía era que el gobierno de Zelaya había causado

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