Allá, libertad de cultos, de pensamiento escrito o hablado en público; aquí, el Tribunal de la Santa Inquisición aherrojaba esas libertades

AutorJosé E. Iturriaga
Páginas105-109
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Si me preguntara de pronto cuál es el origen principal de las diferencias
existentes entre mexicanos y estadounidenses, yo respondería en forma
automática que el distingo nos viene de muy lejos.
La reforma religiosa, que tuvo lugar en Europa occidental hacia fines
del siglo XV y principios del XVI no sólo repercutió en el ámbito de lo sagra-
do y en el avance de la ciencia y la tecnología —que tanto favoreció el es-
tallido de la Revolución Industrial—, sino también resonó en la esfera de la
política.
La libertad de pensamiento preconizada por Martín Lutero frente a la
Iglesia católica, al negar al papa el don de la infalibilidad de su palabra y de
su conducta, se aplicó tanto para discutir los dogmas de la Iglesia de Roma
como para impugnar los actos de gobierno del absolutismo monárquico
inglés.
Además, merced a la libertad de imprenta, se empezaron a edificar las
bases de una conciencia popular limitativa del poder de la monarquía
absoluta.
Si los dogmas eclesiásticos no eran intocables, tampoco lo eran los
actos de la monarquía absoluta, actos que podían criticarse mediante la
palabra hablada, escrita o mediante la pública manifestación de las ideas
en calles y plazas citadinas.
Así se cimentó en Inglaterra una monarquía moderadora del poder
caprichoso de la realeza y representativa de amplios núcleos del pueblo.
Allá, libertad de cultos, de pensamiento
escrito o hablado en público; aquí, el Tribunal
de la Santa Inquisición aherrojaba esas libertades

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