Allá elección indirecta; aquí, elección directa, secreta y universal

AutorJosé E. Iturriaga
Páginas223-243
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Desde que obtuvo su autonomía nacional, el estadounidense ha mantenido
una función electoral antidemocrática. Los primeros cinco presidentes de
Estados Unidos fueron elegidos por una comisión específica, pues los ciu-
dadanos no votaron, como lo hacían ya durante el coloniaje.
Se estableció el sufragio popular hasta 1824, pero éste no decidía el
resultado de los comicios. Y no los decidía, como tampoco los decide
ahora, porque la elección allá no es directa, sino indirecta.
Los sufragios depositados en las urnas con emoción cívica por los
ciudadanos no deciden quién es el triunfante, sino que esos sufragios pa-
san a un arbitrario grupo dictaminador, el llamado Colegio Electoral que
cuenta ahora con 538 votos, mientras que en 1824 contaba con 261
votos, cuya mitad más uno daba en ambos casos el triunfo a uno de los
contendientes.
Los votos del Colegio Electoral iban aumentando conforme crecía la
población, decenio a decenio.
Lo cierto es que Estados Unidos no ha accedido, y parece que no
quieren acceder, al sufragio universal directo y secreto, que practican los
países regidos por instituciones en verdad democráticas.
El sistema es tanto más criticable cuanto que tan pronto como se intro-
dujo en Estados Unidos el sufragio popular para que el ciudadano votara el
primer martes de noviembre de 1824, el Congreso dio el triunfo al que
obtuvo menos sufragios populares en las urnas y menos votos en el Cole-
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José E. Iturriaga
gio Electoral, porque ni uno ni otro habían alcanzado la mitad más uno del
total de 261 votos de los que tenía derecho a emitir el Colegio.
Ninguno de los contendientes —que fueron Andrew Jackson y John
Quincy Adams— obtuvo la mayoría de votos electorales, pues Jackson al-
canzó 99 y Adams sólo 84. Por lo que respecta a sufragios populares,
Adams obtuvo 108,740 sufragios y Jackson 153,544.
El Congreso violó el espíritu y la letra de la ley respectiva al dar el
triunfo a quien obtuvo menos votos, sin haber alcanzado la mitad de la
mayoría más uno. De esa suerte, Quincy Adams asumió el poder el cua-
trienio comprendido entre el 4 de marzo de 1825 y el 4 de marzo de 1829.
Sí, ésa fue la última de las tres veces en que hicieron a un lado los
sufragios populares y los votos del Colegio Electoral, al asumir el Congreso
la función de gran elector.
Las otras dos veces que el Congreso decidió la elección presidencial
fueron las siguientes: la primera se registró en 1797, cuando a Washington lo
apoyaron unánimemente los dos partidos para una segunda reelección,
pero él rehusó el apoyo de manera tajante. Por ello, en esa elección y la
siguiente, el Congreso designó triunfador a quien obtuvo el primer lugar
en los votos del Colegio Electoral91 y designó vicepresidente al ganador del
segundo lugar. Ello sucedió en 1797, cuando John Adams senior alcanzó
la Presidencia y Thomas Jefferson la Vicepresidencia.
La segunda vez ocurrió en 1801, cuando contendieron Thomas Jeffer-
son contra John Adams senior, quien buscaba la reelección. Entonces el
Congreso determinó que el presidente fuese Thomas Jefferson, por haber
obtenido el primer lugar en los votos, y que John Adams senior asumiera
la Vicepresidencia toda vez que quedó en el segundo lugar de la votación.
Ésas fueron las primeras tres veces que nuestros vecinos del norte
violaron un reto cívico democrático, que por cierto merecía Norteamérica.
Y lo merece.
91La institución del sufragio popular depositado en las urnas por los ciudadanos se
estableció hasta 1824.

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