Agenda Ciudadana/ La otra gran corrupción

AutorLorenzo Meyer

La gran empresa como gran corrupción

Cuando entre nosotros la atención se dirige hacia alguno de los muchos temas relacionados con la omnipresente corrupción, ese interés generalmente se centra en el campo de la política y de la administración pública, no de la privada. Y las razones para ello sobran. Como conjunto y sabiendo que siempre han existido las excepciones, las autoridades mexicanas desde los tiempos coloniales tienen la bien ganada fama de corruptas, de tener un sentido patrimonial de sus cargos y hacer que éstos sirvan a sus intereses personales a costa del interés público, ya sea apoderándose directamente de los recursos, extorsionando a los gobernados o empleando su influencia y la información confidencial para hacer negocios sin importar que se incurra en conflictos de intereses. Sin embargo, unida a la anterior, como segunda cara de la misma moneda, está la otra corrupción, la del sector privado, y en este tiempo de privatizaciones y predominio del mercado, esa corrupción debe estar en el lugar que merece: el central.

Los teóricos y partidarios del neoliberalismo y de la economía de mercado han insistido y siguen insistiendo en que una de las mejores fórmulas para evitar la corrupción pública es disminuyendo al máximo el sector público. Desde esta perspectiva, entre menos recursos y menos áreas de responsabilidad social tengan funcionarios y políticos, menores las oportunidades para la corrupción. Sin embargo, el hoy tan discutido caso de la empresa texana y transnacional de energía eléctrica, Enron, nos dice que la corrupción privada está aprovechando el campo que le abre la tendencia a dejar las grandes decisiones sobre la generación y reparto de la riqueza a la "mano invisible" y que, por tanto, esa corrupción -que entre nosotros se había mantenido un tanto al margen del escrutinio público- bien puede llegar a ser tan grande y dañina, como la pública. Hay que tomar medidas, ya.

La falta de empatía

Casi al final de un viejo film, Los juicios de Nuremberg, uno de los personajes afirma: "por un largo tiempo me he preguntado ¿cuál es realmente la fuente del mal [del nacionalsocialismo]? y creo que al fin tengo respuesta: es la completa ausencia de empatía de los criminales frente a sus víctimas [o frente a cualquier otro que no pertenezca a su círculo]". Pues bien, mutatis mutandi, esa respuesta también parece válida para explicar otro tipo de conductas criminales, como la corrupción en gran escala -tanto la pública como la privada-, y que si bien nada tienen que ver con campos de exterminio, sí puede hundir a países -como en el caso argentino- o al menos causarles daños...

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